lunes, 12 de junio de 2023

Murieron los quemados

Diez mil cuatrocientas jueces no podrían
estar equivocadas. Foto: BAER

Irapuato, Gto.- ¿Es en serio? ¿En verdad el más alto cargo público en lo individual sirve para externar el resentimiento social usando los recursos nacionales para ello? Es posible que ya empiece a pesar el capricho de ser presidente y que las loas compradas con el dinero del pueblo no sean suficientes para sanar las llagas producidas por la desaprobación de los que sí leemos. No sólo son los que protegen sus intereses aspiracionistas pequeño burgueses los que se quejan de la necedad y poca visión en el ejercicio del poder, sino también los que nada tenemos aún y que debemos esperar a que esta locura que pomposamente llaman gobierno, se termine de una buena vez, esperanzados a que en lo último que les quede de cordura a los actuales gobernantes, tomen sus cosas y regresen al agujero de donde salieron.

Ahora fue la ministra Norma Piña, galardonada como una de las jueces en pro de los Derechos Humanos, quien sirvió de blanco de la frustración del primer mandatario quien, al parecer, ni con la publicación de sus libros logra los galardones de aquella, lo peor del caso para él, es que la magistrada al saber quién intentó provocarla, ni se tomó la molestia de voltear a verlo. Sinceramente, entre los reclamos de una divorciada tóxica que no quiere soltar a su ex marido que ya encontró otra pareja y los exabruptos seniles del presidente, no hay mucha diferencia. Pistas como ésta me hacen sospechar que ya aseguró la vida de toda su prole, porque, ¿quién en su sano juicio, con un sueldo de empleado, soportaría ser el objeto de las burlas del pópolo?

¡Ah! Porque como afirmé líneas arriba, ser presidente es ser el primer mandatario, aquel que recibe los mandatos, no el que manda. Para que quede más claro, cuando de niños nuestros papás nos encargaban comprar las tortillas, nosotros fungíamos como los depositarios del dinero y la confianza para realizar tal tarea y no era decisión nuestra cuántos kilos comprar o si debían ser de harina o maíz, la instrucción estaba dada y debía cumplirse. Un empleado lambiscón o envidioso cae mal, máxime si tal elemento se dedica a intrigar y robar a la compañía a la que se supone sirve; cuando se le descubre, lo que procede es correrlo, como el mal empleado que es, ¿por qué no podemos hacer eso con los servidores públicos si además aderezan sus fechorías con frases cínicas? ¿Ah, cierto! Somos agachones.

Afirmar que un reconocimiento como el otorgado a la ministra se puede conseguir en la plaza de Santo Domingo, no es otra cosa que el ardor de no ser siempre el centro de atención o, posiblemente, la franca burla de manejarse con toda impunidad manteniendo la atención en sus estupideces, porque no es tonto, es sólo estúpido. Por otro lado, cada quien habla de la feria como le va en ella y si el señor sabe que en la dicha plaza se falsifican documentos, habría que revisar sus pocos papeles oficiales, no vaya a ser que su título de licenciatura tenga ese origen, dado que así como tardó en sentarse en la silla, también lo haya hecho para terminar sus estudios. A veces los bomberos tardan en llegar, por diferentes razones y los quemados mueren del puro ardor. Salud.

Beto

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