lunes, 7 de agosto de 2023

Que tus palabras sean dulces

... por si tienes que tragártelas. Foto: BAER

Irapuato, Gto.- La crítica y la chorcha están muy buenas, pero las propuestas serias brillan por su ausencia, en otras palabras, podría decirse que los aspirantes a presidentes de la República (que se redujeron a su mínima expresión desde principios del mes pasado) nada nos han dicho que no supiéramos desde hace cinco décadas, en resumen: que estamos en crisis. Lo que debo aceptar es que todos ellos gozan de una digestión envidiable, pues cada palabra que han tenido que tragarse, les hace lo mismo que el aire a Juárez y, una de dos, el estreñimiento es algo que no conocen o tienen una dotación inmensa de Pepto Bismol, porque además de no sufrir, cada vez que se les ocurre abrir la boca, la cagan de lo lindo en cualquier escenario.

Lo que no me sorprende ni debiera causar indignación, puesto que hemos sido comparsas de este circo que llamamos democracia, cuando que en ninguna de las tres pistas que presumen, encontramos una real participación ciudadana; no es reclamo puesto que no tengo autoridad moral para hacerlo, pero sí apuntaré algo que ya he afirmado en otros foros; sólo votamos para que nos dejen en paz. Nos falta el ingrediente más importante para que funcionemos como una sociedad real que es la unión, el estar enterados de quiénes somos para poder protegernos entre todos porque ya vimos que contratar a “especialistas”, no nos ha servido de nada, por el contrario, en tiempos de crisis y electorales, debemos preocuparnos tanto por los “buenos” como por los “malos”.

Uno de los “deportes nacionales” arraigados desde hace mucho, es el de “regarla” o “meter la pata”, por negligencia o porque nada nos importa pero solemos ser imprudentes mediante formas mustias y grandilocuentes, que algunos calificarían como el querer llamar la atención y otros, tan sólo una forma de expresión digna de cretinos. Como sea, aun hoy el cuidado de los modales y el miedo al ridículo siguen predominando porque todavía no superamos nuestra etapa adolescente como país, lo que se nota invariablemente cuando, tanto individuos como instituciones, nos envalentonamos creyendo que somos los depositarios de la verdad, pero además, que nuestra palabra es ley y el que no lo entienda así, será candidato al látigo de nuestro desprecio.

Ahora bien, si tomamos al poder como factor de la ilusión de inmunidad, vamos a encontrar múltiples episodios en los que las bocas de nuestros representantes sufrieron de diarrea verbal, principalmente en el presente sexenio; habría que ver qué ten lucrativo sería el abrir un museo de lo grotesco o irrisorio en el que todos tuviéramos cabida -total, nos reímos de todo- y en el que el gobierno federal tuviera una sala exclusiva. La de moneros y reporteros que podrían ver exhibidas sus obras ilustrándonos sobre la estupidez institucionalizada, en un acto rebelde pero a la vez educativo. Sólo imaginen la cantidad de caricaturas, videos, audios y notas escritas a las que tendríamos acceso y con las que aprenderíamos más de historia nacional. Salud.

Beto

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