lunes, 31 de julio de 2023

La victimización como entretenimiento

Todos émulos de María la del Barrio. Foto: BAER

Irapuato, Gto.- Algunos sillones colocados en semicírculo en el medio de un foro y frente a cámaras se disponen para exhibir las miserias de las que somos capaces los humanos de acumular en un estilo de vida poco productivo en materia de conocimiento propio; desde la incursión de Cristina Saralegui en las televisiones nacionales, no hemos dejado de recibir programas de “ayuda” para quienes sufren de diferentes tipos de violencia que, sin el más mínimo pudor, suponen resolver exponiéndose al morbo popular. Cada caso, supongo que sacado de alguna realidad, interpretado por actores formados para la ocasión, está tratado desde una perspectiva alarmista, donde el manejo maníqueo de buenos contra malos, no propone soluciones a problemas sociales, sólo la denuncia hueca de los mismos.

El atril ubicado en el centro de un foro adaptado en uno de los patios de Palacio Nacional sirve exactamente para lo mismo, diario podríamos (lo digo así porque en realidad me da flojera enlazarme para escuchar siempre lo mismo) ser testigos de un intento de ejercicio informativo que termina siendo un culebrón telenovelero cuyo guión posiblemente fue copiado de las producciones de Ernesto Alonso pero que terminan pareciéndose más a los programas conducidos por Cristina Saralegui, Laura Bozzo, Ana María Polo y Carmen Salinas o, en el peor de los casos, por Paty Chapoy y Pepillo Origel. Sí se señalan problemas, se anuncia que se van a atender, pero nunca se les da una solución ni en el largo ni en el corto plazos.

La tradición judeo-cristiana, juntándose con la cultura de privación y sacrificio militar de los pueblos prehispánicos, ha dado como resultado una sociedad que hace de cualquier padecimiento una epopeya, el terreno propicio para competir y encontrar al más sufridor de estos territorios, sin importar quiénes sean con los que se va a entablar la justa, que generalmente es entre iguales, pero si se llega a dar la confrontación con alguien distinto en edad, condición física, social o económica, se invertirá el mismo esfuerzo para alcanzar el triunfo. El argumento final para decretar la victoria de alguna de las partes o el empate es “todo yo” pues cada uno somos la antítesis del caudillo, que si realizamos las tareas que corresponden sin que sea propia la responsabilidad, es porque no queda de otra.

Obviamente, al ser un rasgo cultural, cada miembro de este país sin importar sus circunstancias, cargará a sus espaldas su propia telenovela, donde protagonizará magistralmente todos sus dolores con la esperanza y el favor de los dioses, de que todo se arregle a pesar de no tener una idea clara de lo que para cada uno es estar bien. Para cuando nos demos cuenta de que no vale la pena “sufrir para merecer” (perdón Niz), será demasiado tarde para emprender lo que habíamos deseado a escondidas de los demás, pues entonces nos enteraremos de que hubiera sido más productivo externar nuestras inconformidades pues al compartirlas con otros, les encontraríamos solución en lugar del hecho de quejarnos y expresar rebeldía con acciones clandestinas; gajes del guadalupanismo. Salud.

Beto

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