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¿De qué nos reímos si fuimos nosotros los que los escogimos? Foto: BAER |
Nosotros le encontramos la gracia por la capacidad emocional de la que hacemos gala una vez que algo nos significa más que lo que representa, en palabras llanas, si algo nos motiva el desquite de una situación que consideramos injusta, nos reímos. Por otro lado, los “accidentes benignos” suelen sacarnos una carcajada instantánea dada la sorpresa que éste provoca y la consecuente vergüenza del accidentado, que en un vistazo más profundo, tiene que ver con lo trágico del acontecimiento; pongamos como ejemplos una caída, el que se nos derrame comida en la ropa y el extraviarse en el camino a casa. Cada uno de estos eventos tiene su carga afectiva, la cual ha sido explotada por el cine desde su creación, al grado de ponerle nombre propio a las cintas que los usaron como base de su narrativa, que es el cine de “pastelazo”.
Puede parecernos chistoso ver que alguien se tropiece y caiga pues juzgamos en nuestra mente con algo que llamamos riesgo calculado; lo inesperado, la sorpresa resultante y lo ridículo de no tener control de una acción cotidiana como lo es caminar, se mezclan en una combinación hilarante que explota en una sonora carcajada hasta que somos conscientes del peligro, pues una simple caída podría tener consecuencias fatales si sucediera en la orilla de un puente, en el medio de una autopista o en un área de desniveles agudos, como una escalera; ser aplastado por un carro o desnucarse, le quita la gracia a cualquier cosa. Si derramamos comida en el piso o sobre la ropa, ya sea propia o ajena no parece tan trágico si no sabemos de las posibilidades que tengamos de reponerla.
En el panorama actual, la inseguridad nos impide ser totalmente optimistas sobre el futuro de la vida cotidiana y aunque creemos tener claros a los responsables, nos conformamos con burlarnos de sus posibles defectos o pifias en sus respectivas gestiones; muchos de los argumentos para hacerlo, los obtenemos de periodos como el que estamos viviendo (o padeciendo) en el que los aspirantes a gobernar al país, muestran sus menos peores caras para convencernos de que pueden manejar los asuntos del país. Éste no parece ser un año electoral distinto a los anteriores, iremos a las urnas (ahora sí pienso ir), estamparemos una cruz en un escudo impreso en una boleta, estaremos convencidos de que escogimos al menos malo o a la siguiente generación del mesías y dejaremos que la vida fluya... para quejarnos a gusto. Salud.
Beto
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