lunes, 19 de febrero de 2024

Las historias que nos contamos

Érase que se era, un país cuyo gobierno...
Foto: BAER

Irapuato, Gto.- Los estados de ánimo influyen en cómo solemos contar las historias y hasta pareciera que tenemos uno especial para cada estilo de mensaje, lo que en buen español significa que tenemos la capacidad suficiente para recordar una historia según la situación en la que nos encontremos; el formato puede ser cualquiera, un cuento, una anécdota, la reseña de una novela o hasta un chisme. La memoria no es problema, podemos recordar la situación, los actores, las frases importantes y, a veces, la ropa que usaban si eso modificara la narración, lo que en realidad separa a los narradores de los lectores o escuchas, es el manejo de las palabras pues las intenciones difieren en su extensión pues los comunes tenemos un público específico e identificable, los creadores, uno indefinido pero que se afirma cuando aumenta.

En este momento agradecería que pensaran que el tamaño no importa, que la responsabilidad de trabajar para uno es lo mismo que para mil o un millón, pero creo que no tendrán el tiempo para dar esos ánimos porque sus ocupaciones son muchas, porque hay muchas cosas inesperadas, por el cambio climático... en fin, que lo que solemos contarnos sirve para evadir todo aquello que no suele tener importancia. Cuando iniciamos en esto de las narraciones, solemos echar mano de personajes variados generalmente salidos de la imaginación de otros, pero al paso del tiempo los volvemos propios hasta que es posible engendrar los nuestros y, como último paso, nos volvemos los protagonistas de esas historias que revolotean en nuestra cabeza, a veces usando hasta nuestro nombre y otras, a un alter ego.

Dicen que nadie es profeta en su propia tierra, quizá podamos parafrasear esa afirmación diciendo que el lugar de origen de un escritor difícilmente es el escenario de sus aventuras, a menos que se trate de Nueva York, París o la ciudad de México que, por su tamaño y extensión, pueden fraccionarse en lugares que no todos sus habitantes conocen, por lo tanto, la ficción puede sentar en ellos sus reales. Es posible que en el mundo de la política se hayan dado cuenta de ese detalle y sus historias traten sobre realidades que sólo ellos ven y tratan con ellas de convencernos de que son indispensables para el funcionamiento del país, lo que no toman en cuenta es el factor chisme, que no nos gusta pero de eso vivimos algunos (unos mejor que otros) y nos encanta difundirlo.

Para la población de a pie, nos queda nada más el tratar de convencernos de que las cosas van a mejorar con el esfuerzo conjunto y haciendo cada quien su parte, a menos de que venga una oleada de noticias que sólo muestren aspectos negativos de nuestra cotidianidad, como se ha manejado la información al menos la que se difunde a nivel nacional sobre el estado de Guanajuato. Es curioso ver en retrospectiva cómo ha cambiado la tendencia de las noticias en el país, en tiempos de Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo, salvo eventos muy puntuales y esporádicos, en México nada pasaba, la violencia se manifestaba en Europa, Estados Unidos o Centro y Sudamérica, ahora los pocos diarios libres que quedan, sólo hacen apología de la delincuencia; se gobierna desde el miedo. Salud.

Beto

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