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Si bien las cosas no pintan halagüeñas, nacer aquí no tiene igual. Foto: BAER |
A veces, contra toda lógica, he pensado que de no haber nacido aquí, me hubiera gustado saborear las mieles de una nación del primer mundo, al menos para probar otro tipo de problemas, como ¿qué hacer con la comida que los restaurantes van a desechar? ¿Cómo proteger a la fauna de los parques públicos? ¿De qué manera repartir zapatitos para que a los perritos no se les quemen las patitas? Si contara con recursos, tal vez ser activista contra el cambio climático; obviamente no me gustaría ser parte del sector menesteroso de ningún país, sé que lo pasan muy mal. Está también el detalle de las drogas, ya que esas sociedades suelen ser muy liberales y tienen mucho tiempo libre, por lo que se exponen bastante a la experimentación con estimulantes del sistema nervioso central.
Como no me imagino con otro físico que el que he portado los últimos sesenta años, pues puedo imaginarme en la Alemania de la post guerra siendo un teutón chaparrito y moreno, dedicado a la manualidades en un escondido pueblo bávaro o en uno de los lados del muro, en Berlín, tratando de enterarme qué sucede en el otro para cubrir con mis escritos, las páginas de algún diario o de plano, haber sido testigo de su caída para cubrir después, los partidos de la Bundesliga y dar razón de la inclusión de negros en la selección nacional; pero no, me tocó vivir aquí, coincidir con Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Carlos Monsiváis, Paco Ignacio Taibo II, la Liga MX, la Femenil, Paola Longoria, Salma Hayek, Maricuz Olivier, Ricardo Blume, Lupita Lara, o’ Rey Pelé... y muchos más.
Podrán decir que también se pueden incluir a Elvis, a The Beatles, a Hendrix, a Travolta, a The Bee Gees, a Margaret Tacher y tantos otros que la globalización ha dejado a la mano, pero se trata de encender el nacionalismo, al menos por un instante; henchir el corazón con las canciones de José Alfredo o Cuco Sánchez, vibrar con las presentaciones del ballet folklórico de Amalia Hernández, adherirse a las letras de Óscar Chávez o defender calladamente a los que cambian el tono del Himno Nacional al no tener una oportunidad real de cambiar hábitos porque el entorno fuerza a mantener las cosas como hasta ahora; indudablemente, la ideas para un cambio seguirán esperando una oportunidad para poder aplicarse prevaleciendo el deseo de que el cambio se dé sin sentir. Salud.
Beto
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