Ahora resulta que es más digno decir palabrotas que instruir con ciertas palabras. Foto: BAER |
Es curioso ver cómo se preocupan por la expresión de palabras como «guerra», «violencia», «muerte», sin más análisis del contexto en el que son mencionadas como en los programas históricos del escritor Juan Miguel Zunzunegui mientras que, por otro lado, proliferan canales de supuesto modelaje donde salen mujeres (y algunos hombres) presentando generalmente ropa interior o trajes de baño, los primeros transparentes; lo curioso es que su defensa es que se trata de programas educativos y no me mal interpreten, yo pienso que el cuerpo humano es hermoso pero los contenidos de esos segmentos son bastante pobres empezando porque la cantidad de tela a observar es difícil de ver ya que se trata de las llamadas tangas por lo que, lo que más se ve es la piel de las modelos.
Como el extremo opuesto de la libertad de expresión no parece una práctica muy noble cuando es impuesta por un agente externo, sin embargo, es una parte muy importante y útil para controlar nuestro temperamento y comportamiento si no llega a ser un mecanismo auto opresor, si lo viéramos como un derecho, la intervención externa se vería como una agresión pues supone que no confía en los límites que nos hemos impuesto lo que además implica un intento de paternalismo. Hay trabajos expuestos a la censura porque significan un flujo de información que pondría en riesgo a las instituciones implicadas o al público mismo, por ejemplo, aquella destinada a las operaciones internas o en el grado más alto de secrecía, aquella que implica la seguridad nacional.
A veces creemos que la única censura que importa es la que impone el estado a los medios de información, sin saber que estos mismos la aplican hacia su interior, más que nada cuando están al servicio de los aparatos gubernamentales; un ejercicio libertario podría consistir en observar nuestros límites personales y como empresas, ver si es factible el saltarlos para calcular y sopesar nuestra tolerancia, porque deberíamos esperar que los demás también sobrepasen los suyos. ¿Qué cambiaría? ¿Seríamos capaces de mirar a otros a los ojos? ¿Soportaríamos los cambios ajenos? La censura como la rutina o la discriminación, tienen dos caras y para que optemos por la que sea más productiva, debemos saber sobre prudencia, pertinencia y aceptación principalmente hacia las otras personas. Salud.
Beto
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