lunes, 26 de agosto de 2024

La hija ingrata

Sabemos que las condiciones cambiarán,
pero ¿cómo? Foto: BAER

Irapuato, Gto.- Aun cuando parece una situación ilusoria, la cantidad de gente esperanzada de que la situación del país va a cambiar para bien, a pesar de las pifias del régimen anterior y las que ha empezado a cometer éste, se mantiene en un número importante. Porque así como su jefe estuvo en campaña por dieciocho años, así Claudia empezó a «gobernar» desde antes de las elecciones, lo cual pudiera ser indicio de una ruptura con el régimen anterior, al menos es a lo que apuestan personas más enteradas que yo en este asunto. ¿Qué tan probable es que Claudia, al igual que Lázaro, rompa con un posible maximato? (Estoy escribiendo esto el 22 de junio). Yo soy menos optimista al respecto dado que la carta que jugaría Andrés es que gracias a él, ahora «gozamos» de una mujer presidente y ella ostenta el cargo, por lo que cualquier movimiento en contra de su mentor, se convertiría en repudio por parte de sus adeptos.

Si se juega la carta del compromiso, no dudemos en la desaparición de todos los obstáculos que impiden que seamos prácticamente desechables puesto que el ejercicio del poder no cambiará de manos; Andrés apostó siempre a la lealtad antes que a la capacidad y como buena cancerbero, Claudia responderá a las órdenes que la mano que la guió hasta la silla grande o la empujó, para el caso es lo mismo. Más que el agradecimiento, lo que motivará a la ahora presidente será el pronto pago de la deuda moral contraída desde sus días de dirigente de la Ciudad de México; mi idea de que los políticos son iguales y nada hay que esperar de ellos se mantiene después de los pasados acontecimientos, entendible si observamos que las luchas entre partidos y las pugnas internas son la causa de que ninguno tenga una ideología identificable, lo que los hace una especie de mazacote que se mueve según les sople el viento.

Lo cierto es que Claudia ha venido dando los mismos pasos que su antecesor, lo cual es plausible considerando que de él aprendió lo que sabe, ahora bien, ¿qué tanto lo habrá aprendido? ¿Hasta el grado de romper las ataduras y «quemar sus naves» como lo hizo él? Sería lo más coherente pero, es seguro que el señor espere que la siguiente presidente responda a la razón para la que fue creada: ser una seguidora. En la versión del contador Olvera, si antes tuvimos un «mesías», la lógica apuntaría a que Claudia, como buena judía, lo desconociera como tal y lo mandara lejos, algo que tampoco carece de lógica si consideramos que existe la posibilidad de que el apoyo detrás de ella sea más o menos fuerte o que, aunque fuera el mismo, ya haya considerado que el vejete ya pagó su deuda, porque mantener vagos por más de dieciocho años sale caro, más si con ellos viene marchando el montón que forma su séquito.

Pudiera ser que el legado de la Sheinbaum se imponga a la aceptación de un mesías espurio o que ese mismo legado le caiga encima y se doblegue bajo el peso de las legiones romanas que gobiernan los destinos de los territorios ocupados según los designios de la metrópoli (que no es la ciudad de México), en cualquiera de los dos escenarios, la vida convulsa que hemos venido aceptando al grado de normalizarla, terminará por establecer abiertamente las reglas de intercambio, traslado, producción y distribución de todo. Puede ser, también, que la constante sea la escasez -como la hemos tenido a probaditas- y que la economía, como la conocemos, sufra de cambios radicales al menos para un sector de la población; los que estamos acostumbrados a comer tres veces al día quizá debamos habituarnos a dos o menos y los que lo hacían una, quizá deban probar bocado cada tercer día, si bien nos va. Salud.

Beto

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