lunes, 14 de octubre de 2024

Puede servir para algo

Por muy bonitas que se presenten,
algunas piezas ya no sirven. Foto: BAER

Irapuato, Gto.- Varias veces me he confesado como acumulador compulsivo, una de esas manías que, al parecer, surgen cuando hay ciertas carencias; las tengo, claro está, como todo aquel que ha vivido en este país por más de diez años, ya sea por nacimiento o por migración forzada. Por supuesto, debo hacer a un lado a las personas que, por diversas circunstancias, tienen resuelta la obtención de satisfactores, además de futbolistas, actores, actrices y cantantes reconocidos que cobran en millones por presentación; afirmado lo anterior, vayamos a preguntarnos, ¿por qué acumulamos cosas? A algunos de nosotros nos parecerá ociosa la pregunta porque es obvio que varios de esos objetos «pueden servir para algo después» o, en una forma más elaborada de razonamiento, «los tiempos no están para andar desperdiciando»; los aditamentos que pasan sin problemas esos dos «filtros» son los clavos, las tuercas y los tornillos generalmente y somos capaces de imaginar en cuántas cosas podrían usarse.

Los acumuladores compulsivos nos caracterizamos por tener objetos inverosímiles de cualquier forma y tamaño, que en el momento en que se descubrieron, parecía buena idea «rescatarlos» pero que, con el paso del tiempo, revelaron toda su inutilidad, no porque en sí mismas esas piezas no tengan valor alguno (al menos como fierro viejo) sino porque su relación con otras piezas ya no existe porque pudieron ser descontinuadas o porque el desgaste ya hizo lo suyo. El caso es que las piezas sueltas, los fierros viejos, cualquier tipo de contenedores y un montón de artículos «sobrantes», algunas veces tienen cabida en los arreglos de la casa, quizás una vez entre cien o mil, pero esa única ocasión vale la pena por todo el espacio que ocupan. Los desarmadores adquieren una fisonomía alternativa cuando, al dar vueltas a un tornillo que estuvo encerrado en el frasco de los clavos por más de dos años, éste cumple la función para la cual no fue hecho.

Los seguidores del minimalismo están en contra de guardar cosas que no se usarán al instante, aunque eso implique que deban gastar en las cosas que pudieron necesitar, lo que podría volverse demasiado; las posturas extremas tanto para un lado como para el otro, suelen crear problemas porque, por un lado, la acumulación innecesaria puede volver inútil cualquier espacio (créanme, lo sé) y por el otro, la escasez obliga a gastar en demasía; pedir cosas prestadas desgasta también las relaciones. El esquema general nos indica que muchos productos tienen «fecha de caducidad», que las refacciones (si llegara a descomponerse alguno) son carísimas y a varios de ellos resulta difícil repararlos porque están hechos de tal manera que sólo un técnico especializado puede hacerlo, lo que los transforma en objetos desechables y, por tanto, en basura al no tener opción para encontrarles una utilidad alternativa.

Los hay que son muy ordenados, los demás solemos ser peores que ardillas, así que me limitaré a la anterior comparación, todavía tengo mis límites. El impulso suele ser muy fuerte tanto como para soportar desde una herramienta hasta maquinaria compleja, queremos tenerlo todo y más de uno si es posible, dado que una llave de tuercas o un automóvil nunca son suficientes, lo dice quien posee en su haber dos licuadoras (una para lo salado y otra para lo dulce), tres hornos (gas, eléctrico y microondas), dos vajillas (diario y visitas), tres tipos diferentes de tazas, dos juegos de cucharas para cocinar y seguiría, pero olvidaría algo seguramente pues además de todo eso, hay varios frascos reciclados por lo que hubiera necesidad de guardar, ya ven que nunca faltan los sobrantes de comida o la recién hecha que requieren ser reservados, por si acaso hay que completar la de los días siguientes. Salud.

Beto

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