No todos los trabajos proveen de placer, pero sería bueno buscarlo. Foto: BAER |
Las dinámicas laborales se parecen en esencia, hay una estructura jerárquica, líneas de mando, canales de comunicación y líneas de producción y distribución, una estructura que comparten las grandes fábricas de alimentos o cemento y los pequeños negocios como una tiendita o una taquería; lo que en realidad es distinto será cómo se manifiesten los tratos entre los empleados del mismo orden o nivel, ello por la concepción que tengan sobre la experiencia y el tiempo en que hayan laborado en la empresa. Como en todo, habrá personas a las que les venga bien socializar sus habilidades y sus conocimientos, a otros no tanto, pero a todos les interesa progresar en ellos y, ¿por qué no?, subir en el escalafón para tener mejores sueldos y prestaciones. Es un pensamiento que mantenemos desde varias generaciones atrás, quizá desde la aparición del esclavismo como sistema de producción.
El mundo laboral no es lo que nos imaginamos, por lo general la realidad supera a la imaginación en tantos sentidos que cada día la sorpresa nos pasa por encima, al menos en un principio hasta antes de fastidiarnos por ya no apreciar la rutina; lo anterior nada tiene que ver con lo que duramos en un empleo, eso responde a otras cosas, pero la noción del tiempo que invertimos en él, depende de las relaciones personales afectivas así como con las herramientas y la información que va generándose con el trabajo mismo; la vida laboral es una especie de novela de Corín Tellado narrada por Enrique Rocha, pero que podría transformarse en La Metamorfosis de Kafka en la voz del Longe Moco. ¿Qué implica esto? Que en realidad lo que nos fastidia no es lo que tenemos que hacer, sino las ideas que nos forjamos respecto de ellas las que van minando nuestro estado de ánimo y disposición para realizarlas, con mayor razón si ofrecen poca variedad y un área restringida para la creatividad.
El principal trabajo que tenemos es vivir, vivir bien, vivir felices, los demás son accesorios para lograrlo, cada taller, cubículo, oficina o tienda departamental son los universos en los que solemos mover nuestros intereses ya que para algunos, su empleo lo es todo; alguien muy sabio mencionó alguna vez que el encontrar lo bueno en cada cosa o evento que experimentamos, indica que estamos a gusto con lo que somos. El mecanismo es muy sencillo, si vemos bondad en situaciones o personas ajenas, es porque de alguna manera eso es lo que llevamos dentro; es más fácil apreciar a los similares que a los distintos porque es lo que conocemos y, por así decirlo, utilizamos los mismos lenguajes. Las rutinas diarias, el cuidado personal, el cultivo de las relaciones laborales y personales constituyen buena parte de nuestro trabajo como seres vivos, el mismo que nos lleva a todos al mismo destino, por diferentes vías. Salud.
Beto
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