Ser Pueblo Mágico no es cosa ordinaria. Foto: BAER |
El antiguo San Francisco de Chamacuero fue declarado como Pueblo Mágico en 2018, algo tardío comparado con las fechas de los otros cinco pueblos designados de la misma manera, pero no sabemos desde cuándo se habían postulado ni lo que tuvieron que pasar para lograrlo, así que no cuestionaré el hecho de que casi coincidiera con la aparición de la pandemia; pero Comonfort no se amilanó, resistió su población esa pausa forzada y me atrevería a apostar que les sirvió para reflexionar sobre la pertinencia de seguir con su plan y eso, por fortuna, nos dotó de la sexta localidad con un interés turístico específico aparte de las tradicionales y las cuatro zonas arqueológicas abiertas al público. Por así decirlo, sumamos doce sitios que habría que visitar sí o sí, para hacernos un mapa mental de la región donde vivimos, más que nada para evitarnos las dudas a la hora de intentar sacar de paseo a nuestros posibles visitantes de fuera.
Considerar Pueblo Mágico a un poblado de nuestra entidad implica una responsabilidad que, aunque no lo parezca, nos atañe a todos los municipios, ya sea por difusión o por consumo porque si lo consideramos un poco, tal denominación no es algo absoluto que se mantenga así de por vida, debe trabajarse todos los días para que los cambios que pudieran producirse, no afecten demasiado el ambiente por el cual fue elegido; si hubiera una consideración en contra, sería el tratar de cuestionar el convencimiento de la población de mantener a los alrededores estacionados en una época que en otro contexto, podría considerarse un atraso. Hubo en cierto tiempo, la idea de que algunas poblaciones debían quedarse fuera del progreso para manejarlas dentro del marco del folklore, negándoles así el derecho al avance, sin embargo, espero que Comonfort tenga una consideración semejante a la de Guanajuato capital.
A sólo poco más de una hora de Fresópolis, parecen oírse hasta acá los martillazos de los artesanos molcajeteros que transforman la piedra volcánica en uno de los utensilios tradicionales más icónicos de la cocina mexicana, utilizado por ellos mismos para hacer las salsas que condimentarán las gorditas de maíz quebrado, comida que no estaría completa sin el agua de frutas, la fruta de horno, las charamuscas o un buen vaso de nieve; y para estar en carácter, nada como comprar los trajes y vestidos que darán el perfecto marco a los molcajetes, metates y figuras de piedra y de latón que seguramente adquiriremos en nuestro camino por el Palacio Municipal, las capillas de indios, el Centro Histórico, el cerro de los Remedios, la Escuela de Artes, el museo José María Luis Mora y los múltiples talleres que con su golpeteo parecen realizar una sinfonía que ensalza las labores manuales de la ciudad. Salud.
Beto
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