lunes, 11 de noviembre de 2024

Los dolores de Hidalgo

Echar las campanas al vuelo por
ser un Pueblo Mágico. Foto: BAER

Irapuato, Gto.- El tiempo se detuvo y las campanadas de las seis siguen sonando después de doscientos catorce años; lo declararon «Pueblo Mágico» en 2002, lo cual vino a darle un auge que parecía no había tenido ni con José Alfredo vivo, su tumba multicolor parece darnos la bienvenida a un espacio transformado como en el paso de la noche al día. De pronto dejó de ser simplemente «la cuna de la Independencia» de forma anecdótica para tener un rostro más identificable por su movimiento cultural y el auge comercial de un producto que bien podría ser talavera, pero que no se le llama así. Desde la misma entrada se respira un aire distinto, no suelta su ambiente pueblerino que disimula la modernidad que le echaría a perder su nueva denominación, ahora todo lo nuevo debe adaptarse al «alma vieja» que lo reviste de orgullo; ya hay pretexto para sentirlo más cercano desde cualquier punto del estado.

Dolores Hidalgo había vivido de su fama de ser la cuna de la independencia sin que hubiera tenido algún episodio importante fuera de «el grito», sin embargo, la imagen de José Alfredo Jiménez vino a posicionarla nuevamente en la memoria del pueblo llano, lo que casi enterró al primer dato en las polvorientas páginas de los libros de texto, por lo que con decreto estatal se le puso el título de «cuna de la independencia» en la papelería oficial y ahora, como pueblo mágico, parece haber logrado subir un escalón en el mapa turístico nacional. Un objetivo que todavía está en la antesala de la obligación pero que posiblemente pronto pase al colectivo estatal como una de las joyas más presumibles que podemos proyectar al exterior, lo que quizá signifique el tener que bajar de su pedestal a los personajes que forjaron la historia local, sea el padre de la patria o uno de los compositores más connotados de la música vernácula del país.

Si me preguntaran el porqué visitar Dolores Hidalgo, podría afirmar que por mera curiosidad, porque quizá sea el lugar donde el cambio de concepto sea más notorio para bien pues, como insinué líneas arriba, tenía la fama de ser un sitio poco atractivo al que había que visitar sólo por cumplir con un supuesto deber de mexicano, sin siquiera tener claro qué era eso. Ahora sus atractivos han aumentado ya que está incluida en la ruta del vino y se convirtió en un puente muy agradable hacia San Miguel de Allende, sin que necesariamente sea visto como un paso obligado porque no queda de otra. Supongo que el periodo de adaptación para concebirla como destino en lugar de vía de paso ya concluyó y no debe parecernos raro que un fin de semana digamos «vamos a Dolores a tomarnos una nieve» porque hay lugares para pasar un buen tiempo.

Claro que hay que tener un paladar entrenado y abierto a cualquier posibilidad por si nos toca probar una nieve de tequila, de aguacate, de mole o de xoconostle ya que no sólo es llevarnos a la boca esos sabores congelados, sino el sacar de contexto a cada uno de esos productos para poder apreciarlos de una manera alternativa. Pero, ¿qué es Dolores Hidalgo completo, sino una buena alternativa de conocimiento combinado con esparcimiento? Por otro lado, el balcón de la casa del cura y la Parroquia siempre en su lugar como iconos de una mal contada y romántica historia de inicio de la gesta de independencia, pero no creo que nos quejemos de los privilegios que ello nos trae a los guanajuatenses, por lo menos hasta que alguien con poder se le ocurra que habría que corregir los hechos y la campana de Dolores sea sustituida por la de la Profesa. Salud.

Beto

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