lunes, 18 de noviembre de 2024

No tiene la culpa el indio

Votar sólo sirve para esconder la basura
y lavar tropelías. Foto: BAER

Irapuato, Gto.- Si la situación que intento retratar en las siguientes líneas ha sido parte de sus vidas, seguramente concordaremos en que hay decisiones que se dificultan por las circunstancias y el entorno en las que se presentan, la vista se ha vuelto hacia el único bastión que tenemos para sentirnos democráticos que es el ejercicio del voto, lo único que medianamente entendemos como parte de nuestra vida política. Pero, ¿cuántos de los presentes lectores se han visto a sí mismos como objetos de ese voto? Quizá fueron partícipes de una mesa directiva o se propusieron como representantes de su salón o de su cuadra lo cual pudo ocurrir voluntariamente o forzados por las circunstancias, por un genuino interés por servir o por el simple hecho de saber qué se siente. Lo cierto es que, muy a pesar de esos ensayos escolares y las participaciones ciudadanas con los vecinos, a muy pocos les interesa convertirse en servidores públicos de primera mano.

Sin embargo, algún atractivo adicional debe tener el exponerse al juicio público, además del manejo del dinero y andar paseándose por todos lados, pues nunca falta aquel que se avienta al ruedo de la representación ciudadana y no creo que sea el ejercicio del poder per se, sino lo que éste trae consigo, debe ser adictiva la ilusión de decidir sobre la vida de los demás, para alguien cuyo perfil muestra seria carencias de imagen (por decir lo menos) pues, ¿quién en su sano juicio se expone al escarnio público confiando en una posible impunidad después de cometer serios delitos? Abusando del poder conferido por la sociedad para que lleve a cabo alguna promesa en favor de la misma. Pero, hasta donde sabemos, nadie fue a sus casas para sacarlos de su recámara donde descansaban plácidamente y obligarlos a ocupar un puesto al que se vieron forzados a aceptar.

El mecanismo para proponer candidatos de todos los niveles de gobierno, debe ser muy simple y estar escondido a la vista de todos para no ser cuestionado ni mucho menos, que cause el interés de cualquiera; lo imagino de la siguiente manera: para que algún coto de poder funcione, debe estar sostenido y vigilado por casi las mismas personas y sus herederos por mucho tiempo, esto para consolidarlo y goce del espacio suficiente para poder reinventarse en el sistema económico-político que hayan decidido adoptar, en nuestro país se ha cacareado por más de dos siglos que somos democráticos, aunque tengamos más rasgos de monárquicos al más rancio estilo de las películas de Disney, lo que nos lleva a conservar como un preciado tesoro a la única expresión apegada a esos ideales que es el voto, expresión que hemos manoseado y depauperado hasta el cansancio.

Son esas personas (los dirigentes) los que perfilan, preparan y proponen a quienes van a ocupar puestos públicos que servirán para mantener en buenas condiciones el engranaje gubernamental y de los elegidos, sólo unos cuantos serán viables para que aspiren a subir en el escalafón, sí, aquellos que demuestren una lealtad basada en la discrecionalidad. ¿Los que votamos por ellos, los conocemos? Por supuesto que no, al menos no a la mayoría porque su vida sólo es pública cuando están en campaña, para después cuando obtienen el puesto, vuelvan a ocultarse en las sombras de la burocracia pudiendo con ello, hacer y deshacer como les venga en gana. La democracia en un país con tantos habitantes como el nuestro, sólo ha servido para que los dirigentes se deslinden de toda responsabilidad de sus actos, pues total, fuimos nosotros los que los hicimos compadres. Salud.

Beto

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