La Nogalera, un rincón del Rincón. Foto: BAER |
Jalpa de Cánovas nos permite un viaje en el tiempo sin escalas a una época que parece fue apacible, cosechando nueces y saludando a los vecinos, los amaneceres de un gris azulado enmarcan de la mejor manera el anuncio de que cosas buenas pasarán pues las traen los rayos del sol consigo, cada cosa se baña en ellos dejando ver que sus colores se unirán en una sinfonía visual de bienvenida para propios y extraños interesados en integrarse a ese ritmo cadencioso que los lugareños llaman vida cotidiana. Ya que he mencionado a las nueces, el poder caminar al lado de una nogalera tiene el atractivo de poder imaginar a los trabajadores que la cuidan en todas las formas posibles o al dueño en el siglo XIX recorriéndola a caballo bajo el cálido sol del bajío o a las mujeres de la misma época luciendo sus vestimentas en una mañana de domingo en su camino a escuchar misa.
Dicen por ahí que las cosas o en este caso, los lugares, son como los recordamos y nuestra percepción, en diversas ocasiones, es parcial en el sentido de que lo que observamos, escuchamos, olemos, degustamos o acariciamos, lo hacemos como si mediara un cuadro, así que todo a través de él estará sujeto a un interés, sea propio o ajeno; lo que recuerdo de Jalpa es que los amaneceres son totalmente tranquilos con la pausa que dan los años sin cambios aparentemente drásticos, con olor a café o a chocolate, seguido de chilaquiles, frijoles refritos y pan de dulce. Las mujeres marcan los destinos que pueden no parecer muchos, pero son los suficientes para mantenerse y mantener a sus familias, los hombres se encargan, desde un margen prudente, de cumplir con la estructura que la magia designada no ha tomado entre sus manos, pero que hace que aquella funcione.
De Cañada de Negros había tenido noticias allá por el ‘97 y no tenía idea de que fuera tan interesante, es un capítulo de la historia del estado poco explorado, pues no se habla mucho del destino de los negros que fueron llevados a ese lugar, posiblemente se mezclaron como la mayoría de aquellos que participamos del mestizaje. Como parte de Jalpa, la ex hacienda se ha posicionado como un punto turístico que da realce a la zona del Rincón. Casi olvido la parte sabrosa: los dulces que venden son toda una experiencia al paladar, cada mordisco redunda en el viaje en el tiempo al que nos meten las visitas al museo y a la iglesia que también tienen la magia de hacernos partícipes de la dinámica local; la estancia es entrañable y la despedida, una promesa de que si decidimos volver, seremos atendidos siempre de la misma manera. Salud.
Beto
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