lunes, 30 de diciembre de 2024

Fin de año oscuro

La incertidumbre es la moneda actual
de cambio. Foto: BAER

Irapuato, Gto.- Aunque para mañana ya haya un escrito decidí que ése no fuera sobre la incertidumbre, la inseguridad o cualquier lindura que Claudia (la señora presidente) haya implementado como obra de seguimiento de su antecesor; termina el año y con él, el plazo que supuse sería prudente para saber si va a ser la sirviente funcional que suponíamos antes de que comenzara su sexenio o si daría visos se zafarse de la tutela incómoda. Ha tenido sus desplantes en esa ebriedad de poder que caracteriza a los resentidos sociales que llegan a tenerlo, algo habrá sabido Ifigenia Martínez que, horas después de haber sido utilizada por el sistema cuatrotero, decidió partir de este mundo y debió ser así, de lo contrario tendríamos que acusar de asesinato a los partícipes de la toma de posesión, por exponerla de esa manera que a la postre, la llevó a la tumba, sólo hay que atar cabos.

Hubo, dirían en los cincuenta del siglo pasado, una clama chicha en la que estábamos más pendientes en las elecciones norteamericanas que en lo que sucedía en México pues, total, las noticias siempre van hacia los mismos derroteros con la consabida «dosis» de violencia en Guanajuato, al parecer, el proceso de pacificación llevará su tiempo dado que no todos los puntos se han aceptado, pero que seguramente se aceptarán. No es el tiempo de ser heroicos, sólo debemos aceptar que el viejo PRI se transformó para tomar revancha por lo que le «hicimos» hace veinticinco años. Tampoco es tiempo de resignarnos, porque no resulta muy digno que mantengamos la resistencia sorda que la cual nos asimos todo el siglo veinte, la democracia debe dar un paso adelante sabiendo que el poder lo tenemos nosotros, aunque ahí está el problema, necesitamos letrarnos para, al menos, poder tener una opinión coherente.

Los movimientos cósmicos confabulan para que el clima sirva de marco al frío provocado por el proceder del ejecutivo, que sigue deslindándose de sus obligaciones al más puro estilo de los regímenes de antaño retomado por morena sin cambiar un ápice su visión de lo que les significa gobernar; mientras tanto, sus gobernados, nos preguntamos si acaso hay alternativas para zafarnos de una situación que no pedimos ni tampoco solicitamos la manera de combatirla, porque lo único que produce es incertidumbre. Alguna vez en la secundaria, aprendí que no había mucho margen para la confianza en los políticos, éstos en la figura de los miembros de la mesa directiva de la sociedad de alumnos, si me preguntan qué eran esas cosas y a qué se dedicaban, con toda autoridad puedo decirles que no sé; sólo me di cuenta de que cada año se juntaba en planilla un grupito para prometer cosas.

Obviamente no siempre eran los mismos, pero los que iban escalando los grados, llevaban la misma escuela; las semanas de campaña se volvían una especie de romería donde esos especímenes que suponían emular a Plinio, Cicerón o Séneca, iban dándose cuenta de que podían aprender a medir nuestra tolerancia y con ello, saber hasta dónde abusar. Algunos lo aprendieron muy bien y se siguieron con la prepa, la universidad y lo hicieron su forma de vida. Algo hay en el poder que nos permite ver las dos opciones en las que pudiéramos ejercerlo, al menos a los normales y, posiblemente, alternemos sus usos, esto son el servir a los demás o servir a nuestros intereses, ¿la razón de ello? Porque podemos. Los «santos» y los políticos sólo verán una, los primeros vivirán para servir y los segundos, para servirse, ambos estarán igualmente cojos con resultados similares: la desconfianza. Salud.

Beto

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