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Pensar en estar en las circunstancias ajenas no se nos da muy seguido. Foto: BAER |
1. Virtualmente. Todo en teoría es mejor, lo malo es que los boletos de viaje redondo no se expenden muy seguido y son bastante caros; las ocasiones en las que de niños emulábamos las hazañas de los héroes del momento (en nuestro caso eran El Santo, Blue Demon, Súperman, Batman y hasta Maxwell Smart, tratábamos de sacar a flote lo que considerábamos sus mejores virtudes, cayendo a veces en la tentación de mezclarlas y convertir a nuestro personaje en un híbrido casi invencible. No faltaba por ahí el que se sentía Kalimán y quería jugar sentado en la banqueta con el pretexto de que la mente lo podía todo. Por supuesto, aparecían los accidentes de los despistados que querían traer a la realidad, las habilidades del kriptoniano o los juguetes del murciélago para evitar que los enmascarados les desgajaran la mandarina.
2. Las inefables consecuencias. Participar de una actividad y volvernos el «titular» es lo deseable el problema se presenta cuando hay que suplir a otro y, aparte de las comparaciones, hay que lidiar con los resultados acumulados, pues se suple a la persona, no al puesto; supongamos que somos enfermeros en y en un hospital nos dan la oportunidad, como recién egresados de la licenciatura, se suplir al titular del puesto que salió de vacaciones por dos semanas, se espera en todo lo posible que el área a la que entremos mantenga, al menos, el nivel que había tenido hasta el día en que entramos. La exigencia se aplicará sin importar quién haga el trabajo, por lo que cualquier error se anotará en el expediente del departamento, por lo que a su regreso, la enfermera titular cargará al igual que su suplente y compañeras, con ese detalle.
3. Prácticamente. Resulta poco recomendable, la mayor parte de las veces, el fungir como representante, aval o simple mensajero cuando la parte a suplir no es del todo confiable, cosa que en nuestro país es muy raro que suceda (ajá) porque ésta es cuna de hombres cabales, al menos en las canciones; ir en lugar de otro hace que sus obligaciones recaigan en nosotros sin el goce de ningún derecho, por lo que el lazo de unión entre las partes debe ser muy fuerte para que en ningún momento haya un abuso de confianza. En cualquier caso, nunca podemos estar cien por ciento seguros de que una representación de parte nuestra (sin un contrato de por medio) llegue a buen puerto, pues no sabríamos con exactitud bajo qué circunstancias fuimos escogidos, por ello cuando así suceda, debemos estar conformes con que siempre habrá una pequeña diferencia.
4. Lo que no queremos oír. Si como mencionamos antes nos tocó «cargar con el muerto», entenderemos que habrá sido por una cuestión de extrema urgencia, por ello sin dudas y sin titubeos, estaremos dispuestos a lo que venga, hasta a escuchar aquello que no estábamos preparados, lo que resulta incómodo cuando se trata de alguien a quien se le estima mucho; habrá quien nos advierta que nada prestemos so pena de perder lo prestado y al deudor, no importa que se trate de un amigo o un pariente, lo que pareciera mentira, pero si lo dicen es por algo. Mi intención no es condenar al préstamo como la ayuda que debe ser (aunque tenga dos ejemplos para hacerlo) sino el señalar que hay frases u oraciones que no nos son muy atractivas que digamos aunque tengan mucho de razón, pero qué le vamos a hacer, no podemos negarnos a todo. Salud.
Beto
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