lunes, 30 de junio de 2025

Los efectos del poder

Como todo roedor, el político prefiere todo
por debajo de la tierra. Foto: BAER

Irapuato, Gto.-

1. Ansiedad. Es una condición que vamos cultivando desde pequeños y adecuamos según el tipo de satisfactores que vayamos apreciando; el manoteo de un bebé, el conteo de los días que restan para un evento en un infante, los nervios que preceden a una presentación en un escenario cualquiera en un adolescente, la revisión constante de los detalles en una cita de adultos o la espera de visitantes cuando ya estamos mayores, son todos síntomas de lo que consideramos más importante según la edad en la que estemos dentro de otros muchos que podamos aportar y si bien, la ansiedad es una sensación que algunos dirían que con la edad sabremos erradicarla (siempre y cuando no se trate de un padecimiento psicológico), lo cierto es que con ella nos damos cuenta de que algo nos importa, incluido el poder.

2. Embriaguez. Lo primero que aparece es la alegría de saberse distinto, que hay cosas que los demás no saben y nosotros (con poder) sí y sin aún perdernos, vamos midiendo nuestro aguante apilando cada «cáliz» uno sobre otro, lento o arrebatado, da igual pues el resultado es el mismo; después de un rato se presenta el mareo y la búsqueda de resistencia, no vayan a pensar que somos unos novatos, el chiste en no vomitar ni caer fulminados, pocas oportunidades hay para acceder a «fiestas» como ésa para que en un descuido vayamos a ser considerados débiles; por último, el estado ideal, la sensación de volar y estar por encima de todo y de todos, que nada puede llegar a afectarnos porque sólo nosotros podemos con el paquete, que para eso es el poder.

3. Cruda. Si con la borrachera nos han ofendido, con la cruda no les alcanza para disculparse pues, al parecer, ésta no les ha llegado, manteniéndose en su «bacanal» de impunidad eterna; hemos entendido a la «cruda» (física o moral) como el castigo inmediato a los excesos, a la falta de moderación -menciono las dos formas por aquello de que no hay maldad, sino falta de bondad- o a lo que eufemísticamente se les ocurra y la fiesta interminable en el juego del poder, tiene la facultad de seguir reproduciéndose y adaptándose a las circunstancias, oh, lo olvidaba, son ellos los que imponen las condiciones en las que tenemos que vivir, por supuesto, tomando en cuenta sus propias necesidades e ignorando las del pueblo al que juraron servir, pero claro, cualquier toma de protesta es sólo una farsa.

4. Remordimiento. No puede haber una asociación civil encargada de estos sujetos llamada algo así como «Poderadictos Anónimos» porque carecerían justamente de la condición del anonimato, por lo que debemos soportarlos en una categoría semejante a la de los borrachos o fumadores, quienes no miden las consecuencias del ejercicio de su adicción; el que ostenta el poder de manera enfermiza, se encuentra ahí por su gusto y por no saber (o no querer enterarse) cómo hacer uso de él en beneficio de los demás pues, junto con la consabida impunidad viene la paranoia ya que siempre están pensando que alguien «perverso» quiere quitarles lo que es «suyo», cuando que el único problemático es el «poderoso», por andar de ofrecido y no saber qué hacer con todo lo que se le otorgó, pero olvidan que nadie de los de a pie les pedimos que se hicieran cargo. Salud.

Beto

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