Estoy teniendo un pequeño respiro de mis labores cotidianas; no uno que yo haya buscado o pedido, pero se agradece en todo lo que vale. La casualidad me lo brindó y ahora debo decidir en qué aprovechar este tiempo (aparte de escribir estas líneas) para no quedarme como estatua de marfil. Me temo que esto de andar en dos trabajos, en dos ciudades distintas y alejadas tres horas de trayecto, me apartó de la oportunidad de asistir al evento de emprendedores al que fue invitada la escuela donde laboro (aquí reitero mi agradecimiento pues la somnolencia casi me atrapa a ciertas horas), quizá estuvieron tratando de localizarme, pero el desorden que traigo con tanto traslado, ha tenido como consecuencia que diario deje olvidado mi celular en el marsupio comprado oportunamente en Guanajuato, sin que dé cuenta de ello.
No es disculpa, sólo intento explicar el porqué es posible que, si me buscaron, no me hallan encontrado. Aunque está la posibilidad de que ni siquiera me tomaran en cuenta para la ocasión. Las instalaciones están casi vacías y se puede disfrutar de una calma de camposanto, interrumpida cada hora por el paso del tren, por supuesto.
Por otro lado, estos cambios de ritmo no benefician mis conexiones sinápticas; creo que a cierta edad, las neuronas se van apelmazando, con las terribles consecuencias de sufrir olvidos, lagunas mentales y más preciosuras que los psicólogos han tenido a bien ilustrar para nosotros. Pero bueno, debo recordar qué es lo más urgente que debo hacer para ahora mismo... Maldito Alzheimer.
Pues si, la verdad te lo perdiste!!! Fijate estuvo... Y también... Y luego... Jajajajajaja...
ResponderEliminarYa dejando de juegos, si estuvo interesante, y entretenido! Valió la pena. Saludos.