viernes, 21 de enero de 2011

A un paso del arrancadero

Si el cerebro fuera un músculo, el mío estaría por demás atrofiado; las vacaciones pueden ser mortales para la disciplina, si alguna vez se llevó a cabo una. Al igual que cuando retomamos un ejercicio donde todas las partes de nuestro cuerpo en juego protestan, así el 99.9% de mis neuronas se resiten a la idea de volver a tomar el ritmo de trabajo.
¿Y cómo hacerlo si mi flojera transita a velocidad de crucero? Pero bueno, trataré de no quejarme demasiado y que mi nostalgia talámica quede en segundo término. Sé que es una obra titánica, dada la dificultad de mi situación y la natural resistencia al cambio que todos podemos tener. Adiós levantadas tarde y a las deliberaciones académicas sobre lo que he de desayunar; adiós a la contemplación ombliguera y al disfrute televisivo.
El reajuste de las horas de sueño será lo que más trabas tenga, porque no es cuestión de decir "me acuesto temprano y así me levanto temprano" porque no se recorren las horas automáticamente, naranjas agrias; el proceso del descanso también involucra la estancia en las funciones en primera fila en nuestras producciónes oníricas. Resulta que cuando mejores sueños tenemos, debemos levantarnos.
Ahora que lo pienso, el otro 0.1% de neuronas que me quedaría, puede estar en franco peligro de muerte, no faltará la rebelde que, desde la tribuna de la mayoría, convoque a un linchamiento. Seguro que en esa mínima parte está mi conciencia. Salud.

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