Nunca había disfrutado tanto el pretexto de la comercialización para recibir y dar abrazos; posiblemente obtuve la dotación para todo el año, lo malo es que se queda uno acostumbrado. Sin parecer más perverso de lo que ya aparento, creo que desde mañana debo agenciarme de pretextos para dar abrazos a diestra y siniestra, espero que sean convincentes.
La vendimia y los intercambios estuvieron presentes todo el tiempo, flores, tarjetas, cajitas sorpresa (reales o virtuales) sacaron sonrisas de los pensamientos más escondidos que pudiéramos tener. Los chocolates cumplieron también con su cometido conciliador; creo que me pasaré unos días muy emotivos tratando de deglutir los que hicieron el favor de obsequiarme.
Varios compartimos las razones de la festividad, versiones más o menos creíbles y coherentes sobre el monje que casaba parejas a escondidas en tiempos en que era peligroso declararse cristiano, pero lo que importaba era el convivir y compartir segunditos de felicidad. Hasta la mañana se presentó con un brillo exótico como de verano londinense; nunca he estado en Londres, pero así me pareció y se aguantan.
Tal vez este martes, la resaca después de tanta alegría nos tome por asalto, posiblemente nos demos cuenta de todo lo que gastamos en regalitos y eso nos tenga con el Jesús en la boca pero por lo pronto, quedan horas por delante para seguir con el festejo. ¡Y casi se me olvida! Si mañana tenemos otro pretextote para seguir con la juerga. Felicidades irapuatenses, después averiguaremos si es real lo de la fundación. Salud.
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