miércoles, 16 de febrero de 2011

Vida de celuloide

¡Ah, el cine! Tan cerca del arte y tan lejos de mis bolsillos. Lo extraño como se extraña a la naturaleza; todos los sueños pueden caber en su formato, por muy pirados que parezcan. Pueden ser usados para contar historias, los más simples efectos como también utilizar los más sofisticados trucos.
Logra que cualquiera se identifique con sus personajes y con sus tramas; muchos han gozado del privilegio de ver plasmadas sus hazañas en la pantalla grande, pero creo que nadie tiene un derecho más ganado para ello que doña Rogelia Rodríguez Rodríguez. Originaria del municipio de Silao, nacida en el pequeñísimo poblado de Los Rodríguez (con esos apellidos de dónde más podría ser), emigró a la ciudad de México cuando sus hijos mayores no contaban más que con tres y cuatro años de edad.
Se caracterizó siempre por buscar la justicia más allá de la legalidad, lo que le provocaba algunos pequeños problemas con toda clase de servidores públicos y privados; fue de alguna manera, heroína y motivo de leves vergüenzas de quienes tenían el atrevimiento de acompañarla en su lucha diaria al mercado. Con facilidad detectaba el abuso y se enfrentaba a quien fuera, con tal de establecer que no se dejaría de nadie.
Rayó en un feminismo algo exacerbado pero nunca habló mal de ningún hombre, para eso no distinguía sexos. Eso sí, si tenía algo en contra de alguien, seguramente fue porque existían pruebas para ello. Mantuvo su postura hasta el día de su muerte dejando instrucciones precisas del reparto de sus bienes, el más importante: la integridad.
Pueden pensar que personas así hay muchas en el país, en el mundo, pero ¿qué más puede decir un nieto de su abuela? Salud, donde sea que te hayas creado tu paraíso.

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