Sin efectos especiales.

Si mis cálculos no me fallan, la tornafiesta se alargará por lo que resta de la semana; entre planes y planes, el mundo parece desdibujarse y las noticias son sólo un rumor en la lejanía. No me he enterado de lo que sucede en el mundo y la culpable de todo sigue siendo doña Anita. Alguien debe cargar con la responsabilidad de que no atienda a mis labores cotidianas.

Ayer fue un día para degustar todo lo hecho en las diferentes cocinas de la familia, el punto de reunión fue la casa matriarcal donde, por pausas casi de hostería, uno a uno fuimos pasando con cuchara en mano a dar nuestro voto de confianza a todos los platos que tuvimos al alcance. No se escatimó en esfuerzos.

Salvo algunos quejidos por no poder cerrar el pantalón, las horas transcurrieron de lo más tranquilo; inclusive nos dimos tiempo de ver una producción en dos partes de la historia de Noé. La fuimos observando detenidamente y llegamos a la conclusión de que debió ser un gasto enorme de energía y del presupuesto celestial, el tener que trasladar a los animales hasta el arca.

Resultó en un misterio cómo llegaron elefantes, jirafas, rinocerontes e hipopótamos desde el África sin el apoyo de American Airlines. A los que vimos felices de abordar, fueron a los tigres pues solicitaron de inmediato que sus aposentos quedaran cerca del de los antílopes. Otro misterio no resuelto, fue la desaparición repentina de los guajolotes. Sospechamos de Esther, quien festejaba con un mole, el cumpleaños de su marido.

Ya sólo nos queda esperar al final, si nosostros tendremos una señal de tregua semejante a la de la alianza; quizá después de tanto festejo, veamos una especie de arco multicolor... quizá sólo se trate de una alucinación. Lo importante es que que aún nos quedan varios días para seguir diciendo salud.