lunes, 23 de febrero de 2015

Gran premio de México

Precios para verlos pasar, nada más. Foto: Google
Sentí cómo mi bolsillo se hacía nudo y daba tres machincuepas cuando vi los precios de la competencia automovilística más importante en nuestro país; ahora me doy cuenta del porqué el gran premio de fórmula uno desaparece continuamente de nuestro territorio y es que no hay presupuesto ganado de manera decente que lo aguante.
El boleto más barato (si es que así lo podemos llamar) es de mil quinientos pesos y se equipara a un mes de renta de un cuarto modesto. Quienes hayan vivido fuera de casa, sabrán a qué me refiero. Mientras que el más caro cuesta dieciocho mil quinientos pesos, lo que representa un sueldo del que nunca en mi vida he gozado.
No dudo que haya muchos mexicanos que puedan prescindir de todo ese dinero y se apersonen en el autódromo de los Hermanos Rodríguez en noviembre, pero quienes dependemos de la perspectiva de los sueldos propuestos desde las cúpulas gubernamentales, tendremos que conformarnos, si nos gusta ver coches corriendo, con verlos en la televisión.
La razón de que ese espectáculo cueste tanto es que los insumos, la inversión en difusión, los protocolos y su organización son muy caros, haciendo de éste, un evento de primer mundo. Pero, -aquí abusaré de un candor que estoy lejos de tener- ¿por qué tener semejante gasto si somos un país en vías de desarrollo?
Está visto que el manejo ni la distribución del dinero son caminos para la democratización, pero salvo alguno que otro invitado especial ¿cuántos mexicanos con salario normal podrán asistir? ¿Cuántos de ellos podrán ahorrar para comprar un boleto extra y llevar a un familiar o amigo? A hacer cuentas y planear de que se va a prescindir. Salud.
Beto

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