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Historia con humor, buena combinación. Foto: Baer |
Debo decir que me sorprendió el hecho de que dos tipos disfrazados de revolucionarios nos hicieran la parada a la entrada del hotel; supuse que se trataría de dos de los pobladores de Amealco contratados por la cadena para darle un ambiente de época a sus instalaciones. Seguí con la idea hasta que, al observar bien sus actitudes, me percaté de que era algo mucho más elaborado.
Entrados en papel, los integrantes del grupo de animación nos hicieron prescindir de algunos detalles que se le podrían exigir a hoteles de cuatro o cinco estrellas, pues las historias contadas, las palabras usadas y el excelente manejo escénico nos tuvieron deseando estar fuera de la habitación todo el tiempo sin que se terminara el espectáculo.
Como aficionado a la simpleza, me embebí de cuanto pudieron ofrecer con escenas sacadas de la imaginación y la improvisación; los arrebatos con los que tuvieron que lidiar, fueron apaciguados a golpe de humor y balas de salva. No hubo descanso ni misericordia para las neuronas de quienes estábamos reunidos en cada uno de los espacios inventados por aquel grupo.
Tal fue la cercanía que impusieron a su actuación, que más de uno se imaginó que podía aspirar a su propiedad. Fácilmente me di cuenta de cuánto gozamos muchos, de ser arreados en caminos donde la voluntad de hacer bien cualquier trabajo supera la pasiva idea de inmovilidad como descanso. Si hubo un momento en que fuimos agradecidos, fue en el mantener la risa por su esfuerzo. Salud.
Beto
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