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Obligación o diversión, podrían no estar separadas. Foto: Baer |
Tener, la obsesión heredada del siglo veinte y que en estos años ha ido arraigándose mediante un consumismo exacerbado y azuzado por un sentido del humor medio desvirtuado y conformista. Pero tener, también significa obligación, algo pendiente, las tareas que no pueden dejar de hacerse porque las consecuencias de ello serían catastróficas.
Al mismo tiempo, se mezcla con el significado de "necesidad" y entonces adquiere un halo de imprescindible; al grito de "tienes que..." nuestros cerebros empiezan un proceso doble en el que se enfrentan, por una parte, la angustia de sentir presión externa y, por otra, el impulso de ir en contra de una imposición con la cual no concordamos.
Y en esta parte es cuando encontramos el entre-tenimiento, lo separo para que mi idea sea un poco más gráfica. Entre cada obligación, podemos encontrar algo que nos distraiga, un objeto o un sujeto que tenga la virtud de sacarnos de la monotonía y nos devuelva algo de tranquilidad o de plano, nos reconcilie con el entorno.
Entretener es un arte, pues no se trata sólo de decir cosas que parezcan chuscas o expresiones inesperadas que saquen una carcajada efímera, sino que requiere de una elaborada concepción de lo anterior para que el momento en que se profieran, le dé el tiempo exacto. Nada hay menos satisfactorio que una broma o un chiste contado a destiempo.
Y entre tener que trabajar y entretener como trabajo, sólo basta dar el paso para ser nuestro propio comediante; me explicaré, tampoco es necesario contratar a un profesional de la comedia para que nos mantengamos cuerdos, la clave está en encontrar las tareas o las "obligaciones" que nos llenen como los seres humanos lúdicos que somos. Salud.
Beto (BdI)
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