lunes, 28 de marzo de 2016

Juana Inés

Por fortuna, perdimos una buena ama
de casa. Foto: UANL
Se apuntaron un diez y como lo había decidido, lo disfruté mucho; está visto que en este país somos capaces de hacer buenas producciones. Desde los avances se notaba que las actuaciones y la dirección de la serie traerían consigo la aprobación de quienes tuvimos la suerte de verla y conste que pocas veces me entusiasmo con un programa de televisión.
Además de ser un episodio de nuestra historia, adquiere actualidad desde el momento que retrata situaciones que aún, a quinientos años de distancia, siguen repitiéndose. La supuesta igualdad jurídica de la cual deben gozar las mujeres, aún no se aplica en su totalidad pues la visión no ha cambiado por puntos de vista que distan de ser productos de la razón.
Antes de ser Sor, Juana Inés debió enfrentar una sociedad que implantó la inutilidad femenina fuera de los confines de su casa, que la arrinconó en una serie de tareas intrascendentes, repetitivas y nunca remuneradas. Condenada a ser reconocida únicamente una vez al año o en los lacrimógenos melodramas de Sara García.
No cometeré el error de suponer que de haber sido hombre, la décima musa hubiera tenido el reconocimiento inmediato de una época en la que portar vestido era signo de vacuidad y motivo de discriminación de las decisiones políticas y sociales, puesto que de haber nacido macho, nunca hubiera tenido ni la sensibilidad ni la inteligencia de escribir lo que escribió. Salud.
Beto

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