lunes, 15 de febrero de 2021

Aniversario 474

Del recuerdo, las piedras hablan. Foto: BAER

Los historiadores hacen los ajustes pertinentes pero la tradición, por muy ficticia que sea, se impone; algunas figuras van y vienen como los legendarios encharcamientos de los ríos Guanajuato y Silao. Vivimos en una ciudad que quizá no debió existir, que tal vez fue estructurándose por la iniciativa de aventureros y paracaidistas y que sólo después de ello, las autoridades del Estado voltearon a ver a un conjunto de pobladores que requerían atención y gobierno. Imagino la de problemas que debieron solventar los primeros pobladores en una zona cuyo terreno variaba entre lo semidesértico y lo semipantanoso, apta sí para la ganadería, pero poco visualizada para la agricultura pero que, a fuerza de trabajo, lograron esta segunda vocación.

Los documentos que ilustren la historia de Irapuato no abundan en la misma medida que en ciudades como Celaya o León, pero los que hay representan un trabajo muy digno de personas interesadas en la formación y refuerzo de la identidad local, del entendimiento de los mitos y de la justa valoración de las realidades, El más reciente de ellos, distribuido por el Archivo Histórico Municipal coordinado por la maestra Graciela Bernal Ruiz, ofrece una perspectiva refrescante desde la óptica de los documentos eclesiásticos sobre defunciones, los gubernamentales sobre encarcelamientos y puesta en marcha frente a la insurgencia en el siglo XIX y otros movimientos armados contrastados con la vida cotidiana.

Se dice que el trabajo de la historia como ciencia, debe procurar la identificación de la población con respecto de lo acontecido en su territorio y el documento “Irapuato, sociedad, vida cotidiana y guerra (siglos XVII al XX)” logra al menos, hacer que imaginemos la vida local mediante la transcripción de documentos oficiales. lo que asegura el mantener el espíritu original de cuando fueron redactados, hacen inclusive, que los personajes (personas reales) se vuelvan más cercanos al tiempo que estamos viviendo; podemos captar en sus páginas cierto aire de desolación que nos indica que las realidades son cíclicas, pues tendemos a proyectar actitudes semejantes frente a fenómenos sociales como las revueltas armadas o una pandemia.

La veracidad de tales documentos también es tema importante y, aunque no se permiten los integrantes del equipo de investigación una conclusión rotunda, sí sientan las bases y trazan varios caminos para que otros puedan acercarse con más herramientas a la conformación de una historia entendible que haga de la simple pertenencia, una real identidad. La lectura de esta libro es obligada, no sólo para especialistas dedicados a la indagación histórica, sino para todos los que nos sentimos parte de esta comunidad, ávidos de formas culturales que proyectar hacia el exterior y, ¿por qué no? que se convierta en un libro de texto en las escuelas de la localidad pues entre muchos, podríamos aportar más a nuestro conocimiento. Salud.

Beto

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