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La tradición también requiere de cambios. Foto: BAER |
Las tales pláticas se dieron por la inconformidad resultante de las definiciones del diccionario que sí los toma como sinónimos al considerarlos como “el dirigirse a una divinidad”. El meollo del asunto está en cómo nos dirigimos a esa deidad, es decir, ¿qué sentido tiene la repetición en el rezo y la plática en la oración? Tomando en cuenta que entre ambos conceptos está el pedimento; como hilo conductor debe considerarse a la catarsis ya que el rezo presenta cierto ritmo monótono que acompaña a las palabras comparable al de los rituales de oriente donde un tono mantenido por un periodo tiene la virtud de bajar los estados de estrés y mantener la atención en un punto específico.
Por su parte, la oración implica además un acercamiento más íntimo que tiene como objetivo la introspección; para ello se debe estar consciente del compromiso que implica el estar vivo, ser útil y proteger el entorno. El razonamiento es un ingrediente importante para que las valoraciones resultantes sean lo más apegado posible a lo que necesitamos aprender tanto en momentos de tribulación como en los de felicidad. Por último, pedir también compromete, pues implica dar algo a cambio lo que ayuda a estrechar una relación que bien vista, resulta de una utilidad muy grande; pone en un mismo nivel los esfuerzos que están en juego, sin importar las concepciones de mortalidad e inmortalidad.
Desde esta perspectiva, suena contradictorio que se siga manteniendo un tono de tristeza en la ritualidad en general, pues si como dicen la mayoría de los ministros religiosos, acercarse a la divinidad es una fiesta, entonces ¿por qué ese acercamiento debe producirnos un estado casi de queja y de humillación? Sinceramente, ese panorama resulta poco atractivo para mantener fieles o agenciarse nuevos seguidores para las múltiples religiones que en el fondo, desean mantenerse con su fórmula monolítica de intermediarismo entre lo divino y lo humano. Peor aún, ese intermediarismo sigue tomando como base la restricción, sin aceptar que la relación con la divinidad es un asunto individual. Salud.
Beto
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