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La olvidoterapia, si es que eso existe, importa en la medida de cada interés. Foto: BAER |
Ésa es la parte buena, ahora que, todos sabemos que con la edad la memoria comienza a ser selectiva y, según los criterios de cada uno, existen eventos más o menos olvidables, que se almacenarán por un rato, pero que estarán condenados a dejar de existir, al menos es el presupuesto. Irremediablemente quedará un hueco que se pintará de negro o se rellenará con invenciones posteriores, lo que hará que esa parte de la realidad ya no lo sea tanto, aunque puede ser que quede muy sabrosa. Por supuesto, dada la naturaleza del material olvidable, el que se le cambie un poco o un mucho, no representará riesgo alguno que ponga en peligro nuestro conocimiento.
Herr Alzheimer debe estar sonriendo socarronamente y esperando turno al bat en mi cancha cerebral; el conocimiento social depende de las coincidencias memorísticas de los miembros del grupo, éstas matizadas por los lineamientos educativos y la valoración derivada del régimen al que fueron sometidos. Es aceptable la explicación de que un alumno egresado de una escuela de gobierno no va a reaccionar de la misma manera a un evento que como lo haría otro, egresado de un plantel dirigido por religiosos. Los niveles de aceptación, de rechazo, de adaptación, sumisión o crítica serán totalmente distintos aunque se trate de individuos de la misma edad y estatus.
Pero si esto se da entre los miembros de una misma familia, ¿qué es, en términos de memoria lo que mantiene la cohesión en un grupo social? Tiene que ver con el artificio, el convencimiento y la autogestión de la pertenencia; allá afuera, en la calle, se dan situaciones en las que participamos directa o indirectamente, que guardamos en la bolsa de la normalidad, no nada más porque sea “normal” sino porque está dentro de una normativa a la que nos ceñimos confiando en que los demás hacen lo mismo y cada pequeño aspecto que la componen, queda en la memoria y nos hace capaces de anticipar posibles eventos que nos harán disfrutar de nuestra estancia. Salud.
Beto
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