lunes, 3 de mayo de 2021

Cada quien su cruz

Ganar el dinero con lo que no gusta,
no es fácil. Foto: BAER

Algunas herencias resultan ser no muy gratas a la luz de lo que entendemos por calidad de vida, por ejemplo, la predisposición a algunas enfermedades, otras al poder corregirse sólo tienen que pasar por el tamiz de la voluntad, pero las asumidas por propia decisión tienen en sí mismas la necesidad de encontrárseles una justificación que soporte cualquier crítica. La resignación sirve para aderezar los melodramas, pero nada más; un ser resignado -contrario al conforme- pasa por inútil en cierto momento, no por falta de capacidades sino porque se quedará inmóvil ante los problemas que suponga que rebasen su naturaleza, lo que es en realidad, una actitud aprendida.

Los cuetes a lo lejos me apartan un poco de estas cavilaciones pseudo psicológicas para dirigirlas hacia algo más mundano como el tener la suerte de compartir tortillas con guisado de chicharrón y frijoles refritos con los albañiles que, fieles a la tradición, se toman un momento para celebrar que están vivos y trabajando en la noble tarea de hacer tangibles las ideas de los arquitectos o ingenieros que previamente las plasmaron en papel. En un mes lleno de conmemoraciones, la variedad impuso un juego mental donde estudiantes, maestros, trabajadores de la construcción y madres de familia fueran cobijados al interior de una cultura dominada por la visión del trabajo como un sacrificio.

Donde emplearse en una actividad que nos gusta, es más obra de la suerte que una decisión propia; porque ser albañil es una amenaza para los que  no quieren estudiar, aunque ser estudiante es sólo una etapa transitoria para convertirnos en algo más, en una sociedad en que si no se llega a ser lo que se pensó, al menos puedes dar clases pues la vocación es algo que no aparece en las tareas de mamá, pero todo requiere del sacrificio transformado en trabajo desde las páginas del génesis. ¿De verdad es malo que alguien aspire a ser albañil? o peor aún ¿es imposible pensar en un albañil ilustrado? La respuesta a ambas preguntas en México, con las precarias condiciones prevalecientes, es sí.

Heredamos un esquema de pensamiento en el que las soluciones sólo llegan a paliativos porque creemos todavía que las ciencias (aplicadas con gotero) nos salvarán de la miseria y se producen profesionistas sin visión empresarial en un esquema económico para empleados, clasista y sin herramientas adecuadas para que cualquiera acceder al medio de producción que le convenga. Un albañil o varios, con la maquinaria y los implementos suficientes, actuando como prestadores de servicios y no como esclavos, dejarían de cobrar por tiempo y se avocarían a ganar por obra, posiblemente sin depender del criterio de un contratista. Pero mientras la línea de la educación esté diseccionada, nada cambiará. Salud.

Beto

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