lunes, 14 de junio de 2021

Cuando muera, ni luz ni llanto

La versión que tengamos de la ausencia, dependerá
de dónde la obtengamos Foto: BAER

En un mundo dominado por las presencias intermitentes, las ausencias se miden por su lado absoluto; el juicio previo denominador es el estar siempre ocupado y entonces se está presente para colaboradores, colegas y compañeros de oficio, por su parte, los ausentes pueden ser voluntarios o involuntarios, a su vez, gracias a la posibilidad de las opciones podrían los primeros ser eventuales o permanentes mientras que los segundos, generalmente son permanentes. Aun lo diga el bolero, si una ausencia “triunfa”, eso significa que los ausentes jamás volverán a reunirse; la imaginación juega un papel importante en el distanciamiento pues es capaz de crear puentes que mantengan unidas las conciencias.

Las ausencias por muerte dependerán de la memoria de los vivos, pero entre vivos, la voluntad tiene dos carriles a su disposición; ese camino tiene en ambos sentidos, lugares especiales para colocarles señales diversas, unas que animan a seguir de frente y otras que van provocando la renuncia; algunos tramos serán como una super carretera y en otros, un sinuoso camino vecinal. ¿Y quién construye esos caminos? Ése es un tema observado desde la auto construcción, con la ventaja de que existen muchos manuales, en diversos formatos, para llevarlo a cabo, unos muy técnicos, otros sólo dirigidos por la buena voluntad pero, tan a la mano que parecieran ser la solución a todo.

Ser ausente voluntario es sencillo, las justificaciones de ello son fáciles de inventar, el tiempo a utilizar puede ser calendarizado y en todo momento se tendrá la probabilidad de volver; suele pensarse que las ausencias curten el carácter y ayudan a valorar tanto lo que se deja atrás como la novedad pues acentúan y permiten aceptar a la soledad como una condición inherente a la naturaleza, por ello ésta crea cúmulos de todo así sean manadas, cardúmenes, parvadas, bosques o praderas para que la singularidad sea una condición complementaria de la pluralidad. Por fortuna, para tal cometido, los seres vivos no somos iguales, sólo semejantes.

El extrañamiento es la consecuencia en toda ausencia, lo más deseable pues eso significa que dejamos  algo en los demás y éstos a su vez, lo hicieron con nosotros; es, por otra parte, el filtro que usamos para deshacernos de lo malo y lo inútil, se extraña lo que se valoró y se extraña para revalorar lo que antes no percibíamos de la misma forma que ahora lo hacemos. Percibir la ausencia es el pretexto para volver a ser presentes en el espacio físico y en la memoria. Nadie desea ausentarse para siempre, nadie aspira al olvido; si no se dejara huella, la estancia en este mundo no tendría sentido. La ausencia es absoluta pero sólo como el preámbulo de la presencia total. Salud.

Beto

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