lunes, 21 de junio de 2021

La vereda de la clandestinidad

La única relación deseable con Hacienda
está en lo “oscurito”. Foto: BAER

Que por supuesto no es un camino pues va serpenteando entre matorrales de rebeldía y osados salientes en el acantilado de una cotidianidad amordazada; no debería ser una opción, sin embargo se ha convertido en un estilo de vida para quienes no han entendido porqué ganarse el derecho de vivir en este país es tan complejo, no se diga progresar poniendo un negocio, pero en realidad es fácil comprenderlo, en un sistema que basa su sobrevivencia en la acentuación de las diferencias, sólo unos cuantos tendrán el privilegio de hacer factibles sus sueños, pero los demás, existe la opción de colocarse como empleados al menos si se intenta insertarse en el mundo laboral desde la parte legal del acontecer nacional.

Entre el pago de impuestos, los permisos y los servicios, los requisitos terminan por fastidiar a los que ven al comercio como una forma de ganar dinero honestamente, viendo cómo sus posibles ganancias se diluyen entre las cuentas que deben pagar a un grupo gobernante voraz e inservible para crear riqueza. Si a lo anterior aunamos el riesgo de ser asaltado al más mínimo intento de sobresalir, el panorama se vuelve impensable para trabajar de manera legal. El remate, en cualquier caso es más barato pagar un soborno o la protección de un grupo delictivo en el supuesto de que se quiera ser visible, con lo que se insertaría a la dinámica de la corrupción, no en vano se afirmaba en los setenta que lo éramos todos.

Por supuesto era una broma generalizada en base a la afirmación de campaña de López Portillo “la solución somos todos”, en lo que fue uno de los primeros intentos del gobierno de zafarse de algunas responsabilidades, dejándolas en las manos de la población en general. Un panorama en que los empleados (gobierno) se desentienden de sus obligaciones y los empleadores (pueblo) no captan cómo es que permitieron que se formara tal monstruo; ahora debemos lidiar con él, pactar lo pactable y voltear la mirada mientras no se afecten los intereses de ninguno de los dos bandos y hasta ese punto, podríamos decir que hay un trato justo, ilegal pero justo, sin embargo no es así porque, al final del día, estamos secuestrados.

Enajenados, nos decimos extrañados de nuestra creación, la alimentamos sin reglas ni límites y luego nos quejamos de que nos muerde la mano, de que les hemos permitido la falta de respeto y la extorsión como la única manera de relacionarse con nosotros desde las cloacas donde atesoran sus poderes. Ésta, mi búsqueda de catarsis, no hará mucha diferencia en mi entorno inmediato puesto que mi pluma no tiene el peso ni el alcance como para tocar muchas conciencias, menos a las que creerían verme desde la cima de su poder, pero sí creo que puedo llamar la atención para ya dejarnos de este juego de abuso autoritario y desprecio subordinado, después de todo, nosotros lo escogimos así. Salud.

Beto

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