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Ahora sí, ¿vendrá el bueno? Foto: BAER |
El derecho obligatorio de votar es sólo el intento burdo de una clase política inútil de echarle la culpa al pueblo de su inoperancia: “es lo que elegiste, ahora te aguantas”, parecen decirnos esos seres que tienen como única base teórica el consabido “no tiene la culpa el indio...” Y bueno, hay algo de razón, pues a votar es lo único a lo que nos comprometemos como participantes de la comedia fársica que es la democracia nacional. Así entonces, nada debe sorprendernos en cuanto a los resultados, porque cambiarán los nombres, quizá los colores, pero nunca las formas. Hasta el semáforo epidemiológico se adecuó con una rapidez de prestidigitador en aras de la jornada.
Y no voté, ejercí mi derecho de decidir no hacerlo por las razones que expliqué, en un esquema con el método cartesiano, en mi publicación quincenal “Cultura Mexicana” #36 de este Sábado pasado, sin que se tratara de un capricho semi senil, ni que con ello intentara probar algo, mi ausencia de las urnas se debió más a un descontento por la parodia democrática que mantenemos, por la rebeldía que me provoca el haber escuchado; “si no votas, no te quejes”, -ni que para quejarnos tuviéramos que someternos a votación- por el tratar de establecer que no votar no implica desinterés, sino el desacuerdo total en un juego marcado por el latrocinio.
Las “elecciones más grandes de la historia” presentaron en esta ciudad, en concreto en la colonia 18 de Agosto, un detallito que enturbia la cacareada transparencia, pues resulta que cuatro sujetos armados irrumpieron en la casilla 1080 ubicada en el jardín de niños “Estefanía Castañeda”, llevándose dos urnas y rompiendo mobiliario; aunque al parecer fueron detenidos, aún no se establece a qué motivos respondieron los hechos. Lo siguiente será, seguramente, la impugnación de resultados, las denuncias de supuestos fraudes, las acusaciones personales y el inicio de nuevas esperanzas de que todo mejore, hasta que la ineptitud nos lleve a pelearnos en otro ciclo. Salud.
Beto
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