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“Si hablando claro se entiende la gente chatos”. Foto: BAER |
Lo mismo que un chiste, con la salvedad de que un dicho va a dejar una enseñanza; son, por así decirlo, un ataque frontal a la naturaleza humana, que señalan específicamente los detalles en los que vemos comprometidas nuestras convicciones y nuestra integridad, no como para perderlas pero sí para cuestionarnos sobre nuestro proceder. Claro está, no son recetas para la buena convivencia, pero sí dan pistas de lo que notamos en los comportamientos propios y ajenos; sin que tenga evidencias sobre sus efectos en las relaciones humanas, sí es factible pensar que un “en boca cerrada no entran moscas” dicho a tiempo, regulará el andar de chismoso de cualquiera.
Algunos de ellos rozarán el estatus de poema ya que hablará de una situación sin nombrarla, dejando que cada imaginación complete el significado particular para el que fue invocado; otros serán susceptibles de musicalizarse dejando como producto, una recreación quizá más memorable. Por otro lado, el humor ha hecho presa de aquellos que, aun sacados de contexto, no pierden su carga educativa pero accediendo a ceder un poco de su solemnidad en aras de la risa: “el que a buen árbol se arrima, ¡cuidado con los perros!” diría Enrique Cuenca en el programa Los Polivoces de la década de los setenta, en su personaje del comandante de policía.
Por supuesto, no es factible abarcar todo el conocimiento humano sólo con dichos, pero esa parte significativa de lo popular está representada de tal manera que, con toques de cada región de nuestro país, permite entender de un golpe de oído lo que de otra nos representaría leer o escribir todo un tratado académico; es posible que ese ejercicio fuera un medio educativo sistemático, me refiero a transformar algunos contenidos o al menos enlazarlos con dichos para tener medios de anclaje del conocimiento, como podría ser con algunas teorías sociológicas o psicológicas. B. Russell o S. Freud en dichos; piénsenlo. Salud.
Beto
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