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La vida en México es como jugar eternamente a encontrar la bolita. Foto: BAER |
En una relación de exigencia sorda, hay vicios de origen; la línea de esa relación se da por la fuerza y la obligatoriedad mal entendida, es decir, al relacionarnos anteponemos la idea de que los compromisos esclavizan. La poca confianza o franca desconfianza en el otro es el segundo ingrediente, arraigado día con día porque predomina la idea de que todo lo desconocido es malo; el tercer elemento es primordial para entender nuestra forma de pensar y que justifica a los dos puntos anteriores que es el disimulo para intentar engañar, que se observa en cualquier ámbito de la vida cotidiana, puesto que hemos aprendido que eso es un signo de inteligencia.
Es por ello, posiblemente, que deben estar las autoridades machacando sobre información que nos ha desbordado, que las tragedias, aderezadas de amarillismo, atiborran los espacios de televisión y radio además de las páginas de los periódicos, que se advierte sobre no caer en informaciones que falsean la realidad en las redes sociales, porque ya no sabemos diferenciar qué es verdadero y qué no. Lo importante, aquello que nos ayuda a dignificar nuestra existencia, que sirve para aprender a ser solidarios y entender quiénes somos, como las artes y las ciencias, no son motivo de un tratamiento continuo a menos que las envuelva la tragedia.
Es Lunes, posiblemente las gallinas no pongan porque se enteraron que el mundo las valora sólo cuando producen huevos o adornan el plato en alguno de los hogares de este país y esa valoración es efímera y anónima, pero al menos no deben cargar con la infravaloración comparativa entre ciudad y campo, con la presunción de que el éxito se mide por la cantidad de posesiones y dinero en el banco, con la carencia manifiesta de una identidad clara que se reduce a regionalismos o al seguimiento de un equipo de fútbol y todo dirigido, dentro del juego de abusos porque suponemos que la inteligencia se mide con el engaño. Salud.
Beto
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