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La sofisticación se vende en botella. Foto: BAER |
En décadas anteriores, hablar de rutina implicaba únicamente la mecanización de pensamientos y movimientos lo que traía cierta animadversión a ciertos trabajos que terminaban por uniformar todas las tareas en las que había que participar; era casi imposible no poner una expresión de tedio con la simple mención de la palabra “rutina” y, en ocasiones, llegar al reclamo con frases como “siempre lo mismo” pero no había una argumentación válida, salvo la sospecha de que si algo se volvía rutinario, entonces era aburrido. Pero las rutinas se crearon para algo; la mecanización de movimientos ahorra de alguna manera el tener que pensar, clasificar, observar procesos y evaluar resultados en cada ocasión.
Con la llegada de la sistematización del ejercicio y su difusión por medio de celebridades como Jane Fonda, el concepto de rutina se revaloró y dejó de ser el término satanizado por el que todos exigíamos la novedad en todas las tareas, más si se trataba de diversión. Pero la novedad se trasladó a la tecnología y aunque una parte de ella sirve para hacer ejercicio, la mayor parte se usa en pleno sedentarismo. La cuestión es, ¿por qué hay rutinas aceptadas y otras que no lo son? Incluso en el entretenimiento, algo debe pasar en nuestras cabezas para que algo tenga más interés que otras cosas, aunque sepamos que todo, en realidad, es importante, sin embargo, hacemos escalas de valores con coherencias según nuestra educación, muy particulares.
El éxito es un valor relativo, ambiguo a veces, que tiene que ver más con el fuero interno de cada uno de nosotros pero que, por presión social directa o indirecta, se decanta más hacia su relación con el dinero, así lo reiteran diariamente mensajes que, desde diferentes ámbitos como la escolarización, los negocios, la creación de contenidos, etc. en los que se ofrecen esquemas como fórmulas para conseguir el destacar o, al menos, un mejor empleo. Por otro lado, los habrá que presenten el éxito como el lograr oler bien, limpiar eficientemente los inodoros, cocinar un pastel o combatir enfermedades con medicamentos multipropósito. Salvo su mejor opinión e incomparable memoria, nunca he visto un mensaje que nos libere de la comercialización de la felicidad como una forma de éxito. Salud.
Beto
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