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Si te preguntara si por golpearte me considerarías un golpeador, ¿qué me contestarías?. Foto: BAER |
Fuera del sistema escolarizado nacional, la educación informal sienta sus reales en los temas, los métodos, los materiales y los instructores, sin convocatorias pero sus cobros y sus exámenes suelen ser muy duros; al principio, cuando se es infante, nuestra casa todo lo acapara, los primeros pasos para aprender a negociar debemos pagarlos con frustraciones, máxime si los argumentos usados se encuentran en el marco del berrinche. Funcionará alguna vez porque nuestra contraparte querrá evitar alguna situación embarazosa o por fastidio, pero debemos prepararnos para pagar las consecuencias, lo anterior suponiendo que tenemos unos padres preocupados por hacer de nosotros seres de bien, responsables de sus acciones.
En la adolescencia ubicamos la búsqueda complicidades, por lo que la amistad adquiere un valor idealizado; las pruebas a las que hay que someterse se cobran con la pertenencia y se aplican a discreción, algunas veces sin el conocimiento del examinado. Se adquieren los primeros conocimientos sobre el amor romántico, justo con las mismas herramientas., pero éste es desechable. El precio a pagar, además de la frustración, es la auto valoración. Conforme pasa el tiempo, la necesidad de aprender a trabajar en equipo se vuelve urgente, pues la conformación de una familia propia, exige el tener el mejor ambiente de convivencia, nos convierte en maestros de cosas que aún no entendemos del todo pero que hay que cubrir con angustia y preocupación.
La edad adulta trae nuevas incógnitas, desde si hemos cumplido con nuestros cometidos hasta si vamos a morir con honor; en cada caso, paguemos el precio o no, debemos luchar en contra de una tentación muy grande, la de buscar culpables si no logramos lo que prometimos, en las primeras etapas se busca uno específico que, por lo general es único, después son todos -entendiendo el mundo entero- para que al final, sean algunas instituciones. Al parecer, conforme crecemos, los culpables de nuestros fracasos se vuelven abstractos, lo que explicaría el porqué, después del supuesto fracaso de la pasada consulta popular, el gobierno de la república intenta culpar al INE y, seguramente, responsabilizara además al pueblo. Sólo un detalle, el fracaso (si lo hubo) no se dio por el número de asistentes a las casillas. Salud.
Beto
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