La soledad es una decisión, a veces forzada, pero decisión al fin. Foto: BAER |
Para el próximo 11 de abril ya sabremos si la muy cacareada revocación de mandato tuvo un resultado útil para la vida democrática del país (lo que sea que entendamos por ella). Por lo pronto entendemos que no es otra cosa que un sondeo de la popularidad del ejecutivo a la más pura usanza de los concursos musicales radiofónicos de los setenta; pero el fondo de todo sigue siendo la acción a medias que lo ha caracterizado desde su eterna candidatura con acusaciones de fraude sin pruebas, con obras sin concluir en la ciudad de México, con oraciones a medias que se prestan a las más variadas interpretaciones y así, la posibilidad de que se haya dado cuenta de que su tren, su refinería y su aeropuerto no tendrán buen fin por un par de posibles razones.
La primera es presupuestal ya que, a pesar de los recortes y reubicaciones del dinero, no alcanzará para que queden bien hechos, a riesgo de que sufran la misma suerte que la de la línea doce del metro gestionada por los gobiernos de su partido; la segunda tiene que ver con la carencia de un plan sólido que le obliga a inventarse pretextos e historias conspiranóicas que señalan a los culpables más inofensivos que pudiera encontrar, porque de los reales problemas como la inseguridad, la recesión o la falta de oportunidades, casi ni se tocan en sus sesiones matutinas con su club de fans. El covid pasa por una anécdota para seguir presumiendo su supuesta autoridad moral. Hasta el día de hoy, una pregunta prevalece, ¿si tanto trabajo le costó llegar, por qué desperdicia el tiempo en tarugadas?
Lo más triste del caso es que se victimice tan gratuitamente, inmerso en un melodrama telenovelero como cualquier hijo de vecino que tuvo una mamá tan sobreprotectora como castrante, pero dirían los más viejos “no tiene la culpa el indio...” A ver si ahora sí aprendemos a elegir, no sólo a los gobernantes, sino cómo queremos dirigir nuestra vida, lo cual implicaría responsabilizarnos de saber más sobre los mecanismos de hacer política desde las trincheras que nos corresponde vigilar, se me ocurre por ejemplo, el municipio. Para eso habría que tomar conciencia de que llevarlo a cabo tomaría un buen tiempo, que es posible que no viéramos los resultados pero al menos, sentaríamos las bases par dejar de hacernos tarugos solos. Salud.
Beto
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