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El tránsito a la virtualidad ha tenido varias etapas. Foto: BAER |
La adaptación a la tecnología ha transitado más o menos por los mismos derroteros puesto que ponemos en juego, además de la mente, el cuerpo mismo; en décadas pasadas corrió la teoría de que la humanidad desarrollaría dedos más largos debido al uso de paneles atestados de botones, lo que seguramente no veremos pues es un tema evolutivo, pero sí podemos darnos cuenta de que algunas partes han cambiado en tan sólo unos años, por ejemplo, el tamaño de los pies con respecto del tamaño de las pantorrillas en las nuevas generaciones. Quizás estemos a un paso evolutivo de tener extremidades inferiores como las de los perros o los gallos, algo que nos permitiría dar saltos mucho más altos o largos.
En el universo del pensamiento, más que cambiar la mente en el uso de las tecnologías, hay que cambiar la mentalidad. Ser o no dependiente de la tecnología posiblemente tenga que ver con alguna carencia, la ortopedia como tal nos colma de historias al respecto, sin embargo en lo anímico-afectivo, la dependencia toma otro cariz. Habrá quienes busquen aislarse de su realidad tangible pues buscará unirse a una realidad virtual, ¿la razón? Cada uno podrá externar la suya, quizá del orden médico o psicológico, pero hay una que sería el hilo conductor de los que estamos en la supuesta “normalidad” que es que la virtualidad no crea compromisos. El miedo al abandono ha sido una constante en la humanidad desde siempre y es el detonante de filias y fobias.
En los juegos o en las relaciones que tienen como origen las redes sociales, el nivel de compromiso en general es mínimo, con sus muy honrosas excepciones, por lo que los rompimientos tienen poco significado, lo que se traduce en poco sufrimiento; lo anterior, al menos, para los que invertimos más tiempo en relaciones cercanas y físicas. Para los que tienen a un monitor como parte primordial de sus relaciones, la cosa cambia y la dependencia se transformará en la forma de expresión principal teniendo a la virtualidad como realidad tangible, como cuando hemos tenido un sueño vívido y juramos que eso en realidad pasó. Los viajes ya no corresponden a las distancias, todo se encuentra tan sólo a un click. Salud.
Beto
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