lunes, 12 de septiembre de 2022

Libertad de expresión ¿o de pensamiento?

Cruda es la competencia si lo único
a mostrar es el físico. Foto: BAER

Irapuato, Gto.- El escrito que motivó estas líneas dice textualmente: “A mí me llama la atención que siempre se habla y con razón, de libertad de expresión. Es obvio que hay que tener eso, pero lo principal que hay que tener -principal y primariamente- es libertad de pensamiento. ¿Qué me importa a mí la libertad de expresión si no digo más que imbecilidades? ¿Para qué sirve si no sabes pensar, si no tienes sentido crítico, si no sabes ser libre intelectualmente?”; atribuido a Emilio Lledó, filósofo español que toca con sus palabras algo que en la universidad nos machacaron con mucha frecuencia y que ahora veo con mayor claridad que trata sobre el uso de los medios y las repercusiones que nuestras palabras podrían tener, esto es, primero debemos tener algo que decir.

Dos cuestiones, ¿existen ambas libertades? ¿Hay quien las ejerza en su exacta dimensión? La prueba estribaría en el ejercicio de una y la suposición de la otra, además de sus productos; quienes se expresen libremente hay muchos, pareciera que en todos los temas al menos en los contenidos para las redes sociales, pero ni ellas pretenden una libertad sin restricciones, pues cada una ha ido especializándose según el tipo de público que desea abordar, por lo cual advierten de sus reglas para su uso. Hasta ahí no se puede hablar de censura, pues hay la advertencia y las posibles consecuencias de no respetar las reglas por lo que dentro de esos marcos, puede hablarse de total libertad desde el principio ya que inclusive, se es libre de elegir plataforma según el tipo de contenido a consumir.

Aun dentro de esos límites, la libertad de expresión ejercida resulta en ocasiones un desperdicio de tiempo ya que los contenidos ofrecidos carecen de fondo, aunque las formas sean muy sofisticadas; hay espacios que sí cumplen con las expectativas de quienes los van a consumir, pero el mercado empezará a restringirse por falta de recursos principalmente, por la repetición de producciones en segundo término y por la búsqueda de impacto que en algunos de los servicios fue la causa de su desaparición. En el caso de la mensajería instantánea, sólo fue el clasismo el que hizo que su consumo decayera hasta su extinción. La producción de audio y video responde a otras cuestiones y tiene que ver más con el atrevimiento de quien produce, aunque esa visión nos ha llevado por el camino del mal gusto.

Porque, ¿quién les habrá dicho que ocupar la mitad del tiempo de grabación con palabras altisonantes es un ejercicio de la libertad? ¿Quién en su sano juicio cree de verdad que andar metiendo la nariz en la vida personal de los demás es una forma digna de ganarse la vida? ¿Quién se cree una autoridad moral para hacer de la burla y el escarnio la mejor manera de señalar los errores ajenos? Aún queda la libertad de decidir qué consumir, aunque las opciones se reduzcan a dos: o mierda o caca. Lo salvable está ahí, esperando la gran purga donde sobrevivirán los que realmente tienen algo que ofrecer, lejos de los esquemas baratos del pastelazo, esperanzados a que la otra parte del circuito, el público, también esté preparado para aceptar los cambios. Salud.

Beto

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