lunes, 24 de octubre de 2022

Los temores de Orson Wells

Poca información es igual a reacciones
irracionales. Foto: BAER

Irapuato, Gto.- Sólo los imagino puesto que no tuve el gusto de leer noticias sobre su trabajo ni mucho menos, conocerlo; famoso por su “travesura” radiofónica, nos enseño una faceta que hoy en día aún no entendemos del todo sobre nosotros mismos en la que nos convertimos en presa fácil del pánico y la incertidumbre. La desinformación ha venido a constituirse en un mal crónico de mucho tiempo que, al igual que en la década de los cincuenta del siglo pasado, desnuda nuestra parte más primitiva en la forma de reacciones que tiran a lo irracional, esto producto de la ignorancia selectiva a la que nos hemos acostumbrado. Lo mismo que en aquellos hipotéticos marcianos, los habitantes del siglo veintiuno hemos creído en chupacabras, aguas milagrosas y mesías justicieros.

Tan contradictoria como la situación de un náufrago en alta mar, lo es estar rodeado de información a la que no hay acceso por falta de tiempo; los datos surgen a borbotones con el simple contacto de un botón y la vida misma no alcanzaría para, siquiera, leerlos todos. Es tal el cúmulo de información diaria que nuestro cerebro ha desarrollado una resistencia a la misma, una especie de filtro diseñado por la urgencia de la inmediatez y el imperio del hedonismo. Con ese panorama, no es de extrañarse que cuando logra filtrarse alguna información que a nadie le interesó en un principio pero que se percibe como riesgosa, surja el pánico y que algunos se aprovechen del caso para extorsionar, chantajear o defraudar a los que sólo reaccionaron.

En el tenor de la fábula de Juanito y el lobo, también hemos desarrollado cierta resistencia a algunos mensajes, desafortunadamente a los que precisamente deberíamos prestar atención, como son los referentes a la política, la economía y a la seguridad social porque “de todos modos aunque denuncie, hacen lo que se les pega la gana” y salvo algunos entendidos, nadie sabe quiénes son esos que imponen su santa voluntad. La reacción a lo que impacta es precisamente un síntoma de la desinformación con respecto de los temas anteriores, la supuesta indignación extendida que es sólo el ver peligrar un estilo de vida mantenido por parches y pinzas que, aunque parecen más sólidos, lo que sostienen ya no lo es dado que sufre de algún tipo de lepra social.

Las tentaciones emanan del poder y a veces se sucumbe a ellas porque se puede y punto; Orson tenía la idea, el medio para realizarla y las circunstancias para que funcionara, quizá por una real inquietud de investigar, posiblemente para medir su audiencia o por una simple travesura ignorando los efectos, pero alcanzó la fama gracias a la Guerra de los Mundos. Si viviera, es posible que no diera crédito a las respuestas que a diario se observan en las redes sociales con mensajes infinitamente menos elaborados que su radionovela, quizá se sorprendería con la inmediatez de las mismas, pero lo que más le dejaría atónito es que en más de setenta años de experiencia con los medios electrónicos de información, la humanidad no ha sido capaz de estar más preparada. Salud.

Beto

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