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Varios ya estarán festejando desde septiembre sin parar. Foto: BAER |
La planeación de estas fechas debería considerarse como deporte de alto riesgo debido a las carreras que provocan, a los obstáculos que presentan y a las presiones que someten a todo al que le entra al juego; es tanto una prueba de resistencia como una de velocidad y no se diga la fuerza que demanda el planear una reunión, le crispa los nervios a cualquiera. Todo comienza en las tiendas en octubre, con la aparición de los adornos para los días de brujas y muertos, pues además de las supuestas ofertas de los obsequios que se deben adquirir, hay que fletarse las opiniones de gente que está a favor o en contra del jalogüín que si porque es extranjerizante, que porque no abre otros panoramas o que si porque es cosa del diablo.
Por supuesto, el hecho de decidir qué bando tomar y a quienes de nuestros amigos y parientes estamos dispuestos a perder en caso de no escoger sus preferencias, aunque por un lado, está que con esa reducción, el gasto también disminuye al no tener que complacer a demasiada gente. Quizá sea una buena estrategia para convivir con todos, nada más que un año unos y al siguiente los otros, alternando la aceptación y el rechazo de esas festividades, lo que trae al papel la planeación del presupuesto. Quienes organizan la judías o los aniversarios del santo del pueblo, los mayordomos, se reirían de mí si leyeran esto, pues como dice el viejo adagio, el dinero aparece como sea, lo que este dicho no contempla es nuestra tendencia a las devaluaciones.
Por otro lado, hay cosas que ni siquiera deberían estar juntas por ejemplo, dos palabras como navidad y diabetes en una publicación que se dice festiva; intuyo que se trata de prevenir conductas alimenticias que pongan en riesgo la salud de los diabéticos, pero de primera instancia, le quita la diversión a la temporada. El hecho es que vamos para allá con la misma euforia con la que esperamos el mundial de fútbol: nula; es posible que todo este desánimo sea otra consecuencia de la pandemia, porque por lo que respecta a Santa Claus y al Niño Dios, su tarea no es animarnos con pompones y rutinas gimnásticas... aunque pensándolo bien, si a uno lo han utilizado para publicidad y al otro para el pasito perrón... Salud.
Beto
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