lunes, 19 de diciembre de 2022

Panadero con el pan

No sólo de pan vivirá el hombre, pero sí se siente
que se va la vida. Foto: BAER

Irapuato, Gto.- El segundo intento de aprender algo por la red (el primero fue prueba superada) se gestó por antojo y más que de aprender la mecánica, fue el paladear algo hecho con mis manos el motivo; no pensé en el ahorro, ni siquiera si era viable el intentarlo en un espacio tan reducido como el de mi cocina, el caso era hacerlo y medir las posibilidades de repetir la experiencia. Porque supongo que a todos nos ha picado el gusanito del “hazlo tú mismo”, más cuando quien te lo sugiere, te lo pinta muy fácil y bonito, claro, no tuvo que venir a limpiar mi tiradero. Lo bueno fue que las diligentes manos de la licenciada Dulce estuvieron para auxiliarme en caso de algún problema, porque hay que aceptarlo, así como sele ocurren las cosas, también está para ayudar en lo que pueda sin decir agua va.

Las hostilidades comenzaron con el paso de lista de los ingredientes, formaditos para incorporarse a la batalla, siendo pocos bien cabían en la mini barra que tengo, eso sí, tan funcional como la que más. La sencillez de la instrucción dio paso a la dificultad práctica de no haber realizado tales faenas por mucho tiempo, por lo que el entumecimiento dactilar no se hizo esperar después de más de media hora de amasado; si bien el entusiasmo no decayó a pesar de un primer error en el cálculo del agua a utilizar, ya se vislumbraba la protesta muscular de una espalda poco acostumbrada a tales menesteres, lo que puso un poco de alerta a mi sistema nervioso central, el único que reaccionaría al otro día en la forma de dolores agudos en la frontera con la zona glútea.

Porras iban y venían y lo chicloso de la masa no aminoraba, pero la voz interna que aparece cuando las cosas no parecen salir como uno lo espera, repetía con un convencimiento dudoso “ya casi está”, pero la mezcla no parecía entender y se aferraba a su condición elástica y pegajosa; al minuto cincuenta y nueve estaba por tirar la toalla pero de pronto, como por arte de magia, la bola se despegó de un tirón como si se hubiera compadecido de mi sudorosa estadía. La voz de la licenciada Rodríguez terminó por convencerme de que ya estaba bueno de tanto jaleo, más que nada porque la receta decía que no se llevaría más de veinticinco minutos. Con la mirada semi extraviada, me dejé conducir hasta la silla más próxima para esperar a que la masa esponjara.

No debía relajarme demasiado puesto que faltaba otra pequeña sesión de amasamiento para después cortar y hacer las bolitas; en ese momento, las manos expertas de hasta ese instante mi asistente, tomaron el control de la situación y con cierta maestría formaron los bolillitos y los pusieron perfectamente alineados en las charolas por lo que sólo me remití a meterlas al horno que ya daba visos de ansiedad por recibirlos. Debo decir que algunas de las piezas (las que yo hice) distaban mucho de la forma tradicional con la que identificamos a tan suculentos panes, pero nos consolamos al probarlos ya que el sabor... tampoco era el habitual, pero debo decir que no era desagradable, por el contrario, al parecer pasaron la prueba según varias opiniones, así que... ¡Ya llegó el pan! Salud.

Beto

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