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A’i agárrelo señito, está junto a las manzanas. Foto: BAER |
Como un examen de conciencia preguntaría, entonces ¿qué sí tenemos? En un alarde de optimismo citaré las palabras de Mao Tse Tung “la riqueza de un país es su gente” e Irapuato cuenta con mucha, al menos como lo dicen sus mensajes institucionales, muy trabajadora y emprendedora, pero ¿por qué a veces no se siente así? Grandes empresas, medianas y pequeñas sí hay, su situación jurídica y/o financiera no es algo que importe para este escrito pero sí, las condiciones humanas con las que desarrollan sus trabajos, principalmente hacia su clientela y al mismo tiempo, el reflejo que ésta mantiene de ellas. En otras palabras, ¿qué tipo de retroalimentación buscan los empresarios irapuatenses para mantenerse sanos, vigentes y dentro del gusto de sus consumidores?
Como muchos de ustedes habrán observado cuando pasan por los locales comerciales del centro, en casi ninguno hay alguien que se tome la molestia de ofrecer los productos que venden, bueno, ni los merolicos callejeros (no sé si se me permita esta expresión) pronuncian palabra alguna con el fin de que se nos antoje comprarles y no me refiero al clásico “llévelo, llévelo” que poco aporta al trabajo de consumidor que debemos realizar si necesitamos algo. Platicando con la licenciada Rodríguez, le preguntaba cómo reconocería a un irapuatense en el mercado de Atlixco, Puebla y después de una pausa reflexiva, coincidimos en que sería aquel que se ciscara con la marabunta de ofertantes, basándonos en que no estamos acostumbrados a que nos aborden con el fin de vendernos algo.
Y es que no estamos habituados a la atención al público (salvo raras excepciones) y como consumidores, nos importa poco el estado en que se encuentre quien va a atendernos, la relación comercial a la que solemos ceñirnos se basa en “déme lo que quiero, le pago y adiós”, si acaso llegamos a saber el nombre de quien ofreció el servicio, es porque así se llama su negocio, alguien lo llamó así o de rebote en la calle por alguna referencia que lo involucrara, de otra manera sería simplemente “el señor de la tienda”. Que me perdonen a quienes les pisé un callo con esto, pero en cuestión de atención al cliente, somos más bien chambistas y nos falta mucho para ser trabajadores en ese sentido; aun así, sigo pensando que la riqueza de esta ciudad está en la gente que la habita. Salud.
Beto
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