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Un espacio para el intercambio de ideas. Foto: BAER |
Si es que hubiera un tipo específico de comensales para el Café Capital, diría que se distinguen más por el comportamiento que por algún otro detalle que fuera calificado en estos días de clasista, la verdad es que es un recinto abierto para todo aquel que desee disfrutar de un buen platillo acompañado de un buen café; es también, para nosotros los nostálgicos, un intento de volver a las viejas glorias de ese tramo del boulevard Díaz Ordaz, cuando éste era la Zona Dorada de la ciudad, llena de restaurantes y un movimiento comercial que daba vida y un estilo pocas veces visto por estos lares. Cuando el norte decidió que esos negocios le quedaban lejos, entonces sí vieron con buenos ojos que todo lo que aquí había se fuera para allá pretextando la apertura de Plaza Cibeles.
De pronto, para los ojos poco entrenados el trato podría parecer distante, lo que yo creo, es que deben apegarse a un estilo que tiende a lo ejecutivo sin pretender que sólo se admita la presencia exclusiva de grandes empresarios de la transformación o los textiles, como mencioné antes, está abierto para cualquier tipo de personas dispuestos a verse con otros ojos, haciendo lo que normalmente hacen pero en un ambiente que no se parece a los demás. Pudiera ser el nicho donde un incipiente escritor anote el anecdotario que lo lleve a la fama, el cascarón donde un ejecutivo en ciernes dé forma a un nuevo proyecto aplicable a la industria local o el templo en el que nuevas parejas vean posible el futuro que se han imaginado para ellos.
El espacio podrá ser no muy grande pero es suficiente para imaginar realidades alternas o componer al mundo como dirían los clásicos; cada pensamiento allí producido se fijará en la memoria de quienes lo compartieron puesto que no se ceñirá a una tradición pero que ésta se encuentra en vías de generarse, una posibilidad que tendrá que imponerse a las probabilidades, sólo hay que darle una oportunidad. En ese juego está un ingrediente adicional que es la voluntad, lo que no significa que estemos obligados a asistir diariamente, pero al menos tenerlo en cuenta para hacer del lugar, una opción para esas mañanas o tardes en las que el trabajo exige un cambio, justo para encontrar la razón por la que lo realizamos cotidianamente. Salud.
Beto
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