lunes, 1 de mayo de 2023

Plato vegano: ensalada de vaca

Si es una hamburguesa, debe ser de carne.
Foto: BAER

Irapuato, Gto.- Lo vi en un meme, pero me pareció muy simpática la crítica tan profunda en tan sólo diez palabras: “si los veganos insisten en llamar a esto ‘hamburguesa vegetariana’...” para rematar con una foto de varios cortes de carne que jocosamente nombró “ensalada de vaca”. No estoy en contra de la alimentación con base en hierbas, menos si éstas son cultivadas sin pesticidas y cosechadas con cuidados al medio ambiente, dado que el ser humano aún tiene un estómago mayormente forrajero, pero si no ha sido por el consumo de algunas carnes, la capacidad intelectual de la especie no se hubiera disparado como sucedió, esto es por la cantidad de proteínas que de golpe viajan por nuestro torrente sanguíneo y llegan al cerebro.

Lo anterior no significa que, entre más carne comamos, más inteligentes nos volvemos; evolutivamente estamos en el tope de capacidad por ese medio, así que si queremos aumentarla, debemos encontrar otro. Lo malo del asunto es que el camino al siguiente nivel está pavimentado con fármacos y las investigaciones en ese sentido, deberán solventar problemas como síntomas alternos, efectos colaterales y dependencia, justo lo que deben hacer cada vez que se les ocurre una droga nueva. Es quizá por eso que la alternativa naturista también se radicaliza y presenta sus opciones como si la humanidad no tuviera alternativa, en un discurso que se parece mucho al que sustentan los visitadores evangélicos predicando casa por casa.

Ahora bien, todos somos libres de comer lo que mejor nos cae al estómago, también tenemos la obligación de vigilar lo que ingerimos por salud, pero entre esa libertad y esa obligación no debiera haber imposiciones basadas en modas que tendrán buenas intenciones, pero para nada sustentan una verdad absoluta. En lo personal, consumo comida vegetariana o vegana porque su sabor me agrada, lo que no me hace ni militante ni mucho menos me haría renunciar a la carne, al menos no por ahora, quizá después me pase como a mis abuelas que, cuando cumplieron cierta edad, dijeron que ya no les gustaba, posiblemente por la dificultad que les representaba al digerirla aunque decían que era por su sabor.

El caso es que a la fecha no he entendido cómo es que dejaron de disfrutar de un suculento corte, aunque he de confesar que yo no puedo declararme experto, pues siempre pido piezas bien cocidas y no es porque no me gusten el término medio o los tres cuartos, más bien es cuestión de digestión. Los años cobran factura a pesar de las “teorías” que dicen que uno no envejece, que es el cuero el que se arruga, pero creo que nunca le avisaron de eso al estómago que es el primero que protesta cuando nos excedemos con los alimentos o las bebidas. Envejecer y hacerlo dignamente, es un privilegio máxime cuando las facultades se mantienen en un porcentaje importante, lo que implica el poder masticar algo más que albóndigas. Salud.

Beto

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