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Y el gramofonito va para... Foto: BAER |
En eso intervendrá la edad, el círculo social, la localidad y todo lo que signifique cualquier tipo de convivencia, pero calificar algo de bueno o malo, también incluye algún tipo de prejuicio; imagino que ser juez de un certamen donde lo que impera el gusto debe ser muy difícil si en realidad se quiere ser legal y no guiarse únicamente por el criterio de las ventas. La música latina ha tenido siempre la fama de ser festiva, alegre y bailable, salvo cuando se trata de baladas, ahí sufre la mayor parte del tiempo; dejando de lado los ritmos que siempre serán los mismos, quedan los arreglos o uso de los instrumentos, la melodía, las armonías y los temas plasmados en las letras para tener una idea de cómo calificar las piezas.
Más ahora que los criterios se han “especializado” en la Unión Americana puesto que, con la creación del Grammy Latino y los P. Latino, se puede “disfrutar” de dos ceremonias que atienden a la producción hecha desde el Río Bravo hasta la Patagonia sin que tenga que esperarse a que terminen los gringos para galardonarlos, como sucedía antaño. Ahora todo es en español (el nombre no), los presentadores son latinoamericanos (que parece que todo les gusta), la música representa a lo nuestro y los intérpretes... bueno, a algunos ni siquiera se les entiende lo que dicen, pero seguro que están hablando una especie de español, que llegaron a esas instancias con una idea clara de lo que querían, aunque sus historias de vida sean sólo la repetición del niño pobre que se hizo rico.
Por otro lado, la creación del capítulo latino del gramofonito me da más la impresión de que los güeros ya no quisieron compartir su fiesta con los prietitos, así que los mandaron por su lado a que hicieran su relajo aparte; mucho formato similar, mucho glamour, pero sí parece la versión de la región cuatro de la premiación, ya que la música latina quizá no esté a la altura de la que ellos hacen. Inclusión cero. Lo mismo veo con la premiación del cine y la televisión en los P. Latino, posiblemente ya no nos quieren en los Óscares y nos organizaron una piñata en su patio trasero; posiblemente peco de malpensado pero, si de verdad no quieren que nos metamos, no nos inviten o de lo contrario, traten de que sea en realidad incluyente. O al menos, hubieran puesto el nombre en español. Salud.
Beto
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