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El gobierno actual no hace más que ponernos un cuatro. Foto: BAER |
Porque no voté por ellos, de hecho no voté, pero eso no significa que no haya sido cómplice de toda esta debacle sexenal; no voté porque consideré que ninguno de los candidatos valía la pena y porque no había renovado mi credencial para votar -el icono más absurdo de la papelería nacional-, un tema para otro Flagelo. Lo que sí hice, fue mi campaña para que quienes fueran a sufragar, anularan su voto; claro que nunca supuse que alguien me hiciera caso, pero al menos pude acallar mi conciencia. Al acercarse un nuevo periodo de elecciones, aclaro que ya cumplí con el trámite de la credencial, espero al destape de la oposición porque ya vi que no puedo dejarles el país en sus manos, nada más hay que ver la calidad de gente que eligen.
Y ya que voy a involucrarme en esta especie de juego fársico, para reintegrarme al grupo de los que vemos cómo se pasan los designios del pueblo por donde nunca les da el sol, extenderé mi pliego petitorio para la elección de candidatos a la presidencia de la República, senadores, diputados y anexas. Lo primero que hay que considerar que quienes se integran a ese clan -los políticos- no van a cambiar ni sus objetivos, ni sus intereses, ni sus metas, por lo que pedir honestidad, puntualidad y compromiso con la sociedad queda descartado; la figura del político se ha visto históricamente con recelo, sin embargo, se tolera su presencia pues en la maquinaria social, parecen ser las palancas mediante las cuales se pueden obtener los satisfactores en un breve lapso, aunque luego se lo cobren “a lo chino”.
¿Y quién en su sano juicio y en pleno uso de sus facultades laborales se avienta el trompo de andar rindiendo pleitesía a gente que ni lo merece ni trabaja para ello? Ser funcionario público no debiera ser una fuente de riqueza, mucho menos el escaparate para que los resentidos sociales saquen a flote todas sus frustraciones, tampoco diría que sólo los ricos debieran gobernar puesto que el ejercicio del poder no se reduce al uso del dinero puesto que según Max Weber, la autoridad tiene tres categorías: la tradicional basada en el hábito, la carismática basada en el heroísmo (en nuestro caso en el caudillismo) y la legal basada en estatutos impuestos por funcionarios. Partiendo de esa base, podríamos imaginar el porqué la 4T no es más que un cuatrote. Salud.
Beto
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