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Los fusiles siguen apuntando para el lugar equivocado. Foto: BAER |
Las balaceras están llegando al punto de lo anecdótico, se habla del ‘68 como uno de los más grandes errores del Estado, cuando fue en realidad, la arbitrariedad que marcó al gobierno, pero se ha ido diluyendo la razón de las manifestaciones, porque entonces como ahora, se apeló a la vieja confiable para justificar la represión que es el comunismo. Con el paso de los años, gozamos de una libertad proporcionada por los jóvenes de los sesenta, que las generaciones posteriores sólo ejercimos porque pudimos, sin pensar en si debíamos, lo que tergiversó un tanto la concepción de la misma al grado de descuidar las maneras en que se difundiría ese ser libres, únicos e irrepetibles mostrando con ello, la poca capacidad para asumir la responsabilidad de sus consecuencias.
Mucho de ello lo vemos reflejado en la aparición de tribus urbanas, el cambio de la escala de valores y el aumento de la delincuencia; lo anterior no es un escalafón, son fenómenos hasta cierto punto independientes pero con esquemas semejantes. Las tribus urbanas son un subproducto del abandono, la depresión y la falta de una identidad fuerte, sentirse hueco y sin rumbo lo hemos sentido todos alguna vez, es parte del crecimiento, lo diferente fue que algunos entendimos que se trataba tan sólo de una etapa, mientras que otros se tiraron a la fatalidad y creer que lo que sentían (o no sentían) era para toda la vida y se juntaron para lo que fuera, menos para superarlo. A veces, el juntarnos con iguales, se busca para mantener un status o sentirnos protegidos.
En este mundo, los ciclos no son círculos sino espirales que dan cuenta de los avances y los finales de cada generación y los que identificaron al movimiento estudiantil no se han replicado por distintos factores que tuvieron su origen en la absorción, por parte del sistema, de algunos ideólogos y cabezas que tuvieron que alinearse o perder la vida. No dejaron de ser críticos, pero algo se les amputó en sus argumentos que ya no representaron un riesgo de movilización social; los de a pie lo comprendimos, a medias quizá ya que no estaríamos dispuestos a sacrificar a más jóvenes por seguir en una lucha infructuosa, infectada de desinformación, en la que ha prevalecido sólo el baño de sangre, el horror, que sólo ha significado que olvidamos lo que menos debemos olvidar. Salud.
Beto
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