lunes, 20 de noviembre de 2023

La maldición del revolucionario

El riesgo de toda revolución es que se convierta
en parte del sistema. Foto: BAER

Irapuato, Gto.- Su imagen se ha ido perdiendo o percudiendo, según la crítica que se le haga, hasta quedar sólo con los aspectos negativos empolvados por los calificativos pretendidamente históricos; una revolución significa una vuelta revisora del camino recorrido hasta el punto original sin que necesariamente deba recorrerse, sólo encontrar explicaciones. La parte armada de la imagen que tenemos de ellas, enturbian un poco nuestro entendimiento de ellas; al menos en el país, cuando escuchamos hablar de un revolucionarios, imaginamos a un hombre vestido de camisa y pantalón de manta con sombrero de ala ancha, carrilleras y carabina a la espalda; una versión más actualizada se inserta en los deportes, tanto en el box como en el fútbol al referirnos a atletas que cambian la dinámica de sus disciplinas.

Pero el verdadero revolucionario es un res pensante, alguien que ha observado su entorno y ha encontrado una forma no contemplada anteriormente de explicarlo o de cambiar radicalmente su dinámica; en ese contexto encontraríamos a los filósofos griegos, a los iluministas, a Henry Ford, a Tomás Alva Édison, a los alemanes Marx y Engels, a Max Weber, a Burrhus Frederic Skinner, a Sigmund Freud, a Jacques Lacan, a William Shakespeare, a Miguel de Cervantes, a Umberto Eco, a Stanley Kubrick, a Gabriel García Márquez, a Juan Rulfo, quienes con sus obras nos hicieron ver el mundo de otra manera, haciendo que pusiéramos atención en aspectos de nuestra naturaleza que creíamos inmutables, pero que cambian gradualmente según solventemos nuestras necesidades.

Aun con esas pistas, al revolucionario lo encasillamos en el afiche del Che Guevara, cuyo significado va perdiendo fuerza debido a dos cosas: la primera, como en todo, si no se averigua ni se cuentan las cosas como sucedieron, cualquier objeto o persona cae en la mira de lo bonito como artículo decorativo; la segunda, debido al acceso cada vez más abierto a la información no oficial (u oficialista), cada personaje histórico que cae de la gracia de alguien con cierto poder, se le sacan sus trapitos al sol, con lo que la popularidad de ese personaje irá en detrimento con respecto de lo que hizo de bien, algo que le ha sucedido también a Mahatma Gandhi y a la madre Teresa de Calcuta, por supuesto, no faltarán quienes de manera personal o institucional usando los mismos medios, tratarán de reivindicar sus imágenes.

Tal vez Mick Jagger o Paul Mc Cartney estarían viéndome con cierto desdén pues, a pesar de su edad, siguen siendo los iconos revolucionarios que establecieron sus reales desde los sesenta del siglo pasado, pero seguro caerán (más profundo aún) en ese pozo mercantilista que manipula lo que debe recordarse u olvidarse, principalmente lo relacionado con las intenciones de quienes proponen los cambios en este mundo, terminando por ser absorbidos por el sistema. Mucho de ello podrían decir los teóricos del ‘68 que aún quedan vivos. Las revoluciones no son necesariamente armadas, podrían ser todas violentas de diferentes modos, pero las que más han valido la pena han sobrado los balazos, la costumbre de confundirla con la guerra deberá desaparecer en la medida en que nos sorprendamos siendo agentes de cambio. Salud.

Beto

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